ESCENARIO. Fachada del otro comercio atracado el jueves. / M. G.
Ciudadanos

La investigación por la muerte de Loli Amaya se centra en los delincuentes habituales de la zona

La Guardia Civil sospecha que los dos asaltos ocurridos en la tarde del jueves pudieron ser obra de la misma persona

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La cadena de atracos llevó a la Guardia Civil a contactar en la madrugada del viernes -poco después de la muerte de Loli Amaya- con responsables de la Comisaría Provincial para establecer posibles conexiones entre los robos, ya que salvo los ocurridos en el término municipal de Chiclana, el resto sucedió dentro de la demarcación de la Policía Nacional.

Pero esta hipótesis comenzó a desinflarse conforme se cruzaban los primeros datos. Estos indicaban que el sospechoso de los golpes en Puerto Real y La Isla se desplaza en una motocicleta, intimida con un arma de fuego y actúa a cara descubierta. En cambio, el asesino de la joven dependienta huyó de la zona a pie, portaba un cuchillo o navaja que empleó contra la víctima y se cubrió la parte inferior de su rostro (desde la nariz a la barbilla) con una braga.

Pero como las pesquisas no han hecho más que empezar, el máximo responsable del puesto de Chiclana, el capitán Arturo Ortega, explicó a los medios que no se da por descartada ninguna hipótesis, aunque algunas están adquiriendo más consistencia con los primeros indicios recabados.

La principal línea de investigación se centra en el entorno de la delincuencia habitual del municipio. Así, una de las primeras averiguaciones que realizaban ayer los agentes del cuartel chiclanero, ayudados por el equipo de Policía Judicial de la Comandancia de Cádiz, fue comprobar si los delincuentes más conocidos estaban en libertad o cumpliendo condena, para ir descartando posibles sospechosos.

La forma en la que se perpetró el asalto, de manera aparentemente improvisada, hace pensar a los agentes que el asesino buscaba una presa fácil: una mujer sola, en la única tienda que aún estaba abierta en la calle. Y que la víctima, al pedir auxilio, puso nervioso al atracador, que le asestó las puñaladas sin tocar la caja de recaudación.

Esta teoría, además, se refuerza con la denuncia presentada por la dependienta de la tienda de ropa que fue atracada tres horas antes de la muerte de Loli Amaya. Esta comerciante que salvó la vida, declaró en la mañana de ayer en el cuartel chiclanero, donde estuvo revisando fotografías de personas fichadas por robo.

Posible testigo principal

Esta mujer, de 20 años y que vio perfectamente al hombre que entró en su tienda y que le amenazó con un arma blanca, puede convertirse en el testigo principal del caso. Además, varias personas que estaban en la calle Jesús Nazareno, la oyeron gritar al atracador, al que le decía que le sonaba su cara.

La Guardia Civil sospecha que este individuo pudo ser el mismo que atacó a la fallecida. Esta hipótesis se sustenta en que la descripción física de ambos hombres coincide, los dos huyeron a pie y portaban un arma blanca. La única diferencia estriba en que el hombre que entró en el establecimiento de la calle Jesús Nazareno vestía una camiseta verde; mientras que el que actuó en la Cuesta del Matadero llevaba puesta una chaqueta azul. Pero dado el tiempo transcurrido entre ambos golpes, si se trata de la misma persona, le pudo dar tiempo a cambiarse, según fuentes consultadas por este periódico.

La autopsia confirmaba ayer que la fallecida recibió una fuerte puñalada en el costado izquierdo, que fue la que acabó con su vida. Pero además presentaba dos heridas, de carácter superficial, que las pudo recibir cuando trató de defenderse de su atacante.

stubio@lavozdigital.es