VUELTA DE HOJA

La feliz pareja

Hillary va a lo suyo, que es lo de los dos. Por su parte, Bill está demostrando que su quebrantable adhesión fue cosa de unos días y que la lealtad es una virtud más importante que la fidelidad. Su compenetración en la campaña electoral constituye un ejemplo. Hillary y Bill son un sólo hombre o más bien una sola mujer y han empezado a concentrarse para las primarias, estimando sus desavenencias como algo muy secundario. Para lograr esa admirable unión no sólo hace falta tener capacidad de olvido, sino capacidad económica.

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Sus enemigos le reprochan que sean ricos. Y es que la gente se fija en todo. Acumularon una gran fortuna desde que él abandonó el poder, pero ella quiere, después de ser la primera dama, que su marido sea el primer caballero. Se conoce que como en casa de uno, que era la Casa Blanca, en ninguna parte. ¿Hace falta ser millonario para ser candidato y prometerles a millones de pobres que van a mejorar su suerte? Ahora ha trascendido que Hillary adelantó 5 millones de dólares, que son 3,4 millones de euros, para los primeros gastos de su campaña electoral. Los sacó de su repleto bolsillo y el desembolso es perfectamente legal, pero permite la sospecha de si se trata de una aportación o de una inversión, a la espera de que el divulgado desembolso se convierta en un reembolso. El que algo quiere algo le cuesta y a los Clinton, de momento, les ha costado 5 millones de dólares. No se paran en barras ni estrellas.

Muchos ciudadanos, en Norteamérica como en otro sitios, prefiere ser gobernados por personas acaudaladas, usando el tosco argumento de que si son ricos, no van a llevarse nada que no sea suyo. No siempre es válido. Todos hemos conocido a pobres que se conforman con lo que tienen y a ricos insaciables a los que les parece insuficiente su riqueza.