La calle San Juan sólo registra cierto movimiento durante las horas del día, cuando cae la noche la actividad cae en picado .
CÁDIZ

San Juan expía sus pecados del pasado

Comerciantes y vecinos están a la espera de que terminen las grandes obras para que vuelvan residentes al barrio

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A hora que la expiación está de moda en Hollywood, podría hacerse el paralelismo de cómo el barrio de San Juan parece estar pagando por sus pecados del pasado. Antaño una calle donde se concentraban casas de citas frecuentadas por marineros, la suerte de este barrio azotado por el Levante y acosado por el mar no ha variado mucho desde hace siglos. Hoy, además, presenta un aspecto desolado, con una calle, la de San Juan, como símbolo silencioso del espíritu que reina en el resto de las vías.

Apenas tres negocios jalonan esta larga, oscura y húmeda vía que conecta la Catedral con Puerto Chico. Por la mañana se puede ver algún caminante, pero a medida que se acaban las horas de luz, se queda casi desierta. «Parece como si hubieran puesto un francotirador en la Catedral que disparara a todo aquel que quisiera pasar para aquí», comenta con sorna José Alcalá Font, que atiende detrás de la barra del almacén Alimentación San Juan. Este comerciante lleva diez años esperando a que las cosas mejoren y no ve cuándo llegará ese momento. «Siempre te dicen que esto se arreglará cuando terminen las obras y vengan más vecinos, pero nosotros mientras tanto también pagamos impuestos y no nos han puesto ni una triste luz de Carnaval ni de Navidad», se lamenta Alcalá, que trabaja una media de 13 horas diarias.

Efectivamente, parece como si un telón invisible separara la plaza de la Catedral de la calle San Juan, porque en la confluencia de ambas, Gabriel Rivero -dependiente del bar Mama Juana- no se queja de la afluencia y se encoge de hombros cuando se le pregunta por San Juan. «Supongo que será por el viento por lo que la gente no tira hacia esta zona», aventura.

A unos escasos 30 metros, Sebastián Sánchez, propietario del bar Nueva Época, no puede más que ser pesimista: «Como siga así, voy a tener que cerrar». Sánchez lleva también una década con este establecimiento. «Antes tenía otro, pero tiraron la casa y lo perdí y por aquí los locales están muy caros. Hasta 40.000 pesetas te piden por un sitio para guardar unas cajas», explica.

Este pequeño empresario pone así el dedo en la llaga: no es que estén caros, es que además tan sólo hay un puñado de locales disponibles. Según un reciente estudio de la Oficina de Rehabilitación de la Junta, San Juan es el barrio con mayor porcentaje de locales vacíos (el 43%) y los que están en activo, presentan un aspecto bastante deteriorado. El informe detectó también carencias en comercio de arreglos, confecciones, zapateros, lavandería, artículos del hogar y una oferta que complete el servicio del Mercado de Abastos.

El hecho de que San Juan se encontrara precisamente en la ruta para acceder a la plaza de Abastos hacía que registrara más transeúntes que ahora que está en obras. Al haberse desplazado toda la actividad hacia la plaza de Las Flores, «la mayoría de la gente va por Columela, en lugar de por San Juan», apunta Esteban Sánchez.

No es el único problema. Los vecinos de la zona se quejan de falta de alumbrado, de la suciedad de la calle y también del ruido que hacen los camiones de la limpieza al tratarse de una vía tan estrecha. «Aquí no hay quien pegue ojo por la noche», asegura Juan José Ruiz Sánchez, mientras otro vecino, Pablo Guardado, asiente. Este hombre también se queja de la humedad y los charcos permanentes en la calle: «Parecemos patos», comenta sin asomo de guasa.

Aguantando el tirón también se encuentra Mayte Vidal, propietaria de un negocio de alquiler y venta de bicicletas en la calle Magistral Cabrera. «Los turistas llegan hasta aquí, le hacen una foto al Cristo [la imagen del Santísimo Cristo de la Piedad] o a las macetas y ni pasan de la esquina», dice esta joven empresaria. A todos los problemas que padecen los otros negocios, Mayte tiene que sumar todo el polvo procedente de la obra de la Casa Juan Page.

Esa obra es la gran esperanza blanca de vecinos y comerciantes, pero al paso que va, con los sucesivos retrasos, algunos dudan que se vaya a terminar algún día. Ésa y la del callejón de Osorio, que traerá medio centenar de familias jóvenes al barrio. Pero mientras tanto, en su lugar sólo hay un solar, que empieza a llenarse de basura.