Cartas

Carnaval

Por desgracia, cada día existen más aficionados al Carnaval que confunden la Fiesta con los concursos. Los concursos los inventa la propia fiesta -generalmente las autoridades locales-, para favorecer su auge y, sobre todo, para poder encauzar, reglar, y dirigir una corriente popular que por su propia naturaleza nace de manera libre, fresca y espontánea. El Carnaval de Cádiz, tal como dicen algunos autores de agrupaciones, es una fiesta del pueblo y para el pueblo, aunque a estos demagogos no se les vea el pelo en la calle desde el mismo día en que son premiados en el concurso de agrupaciones del Gran Teatro Manuel de Falla. Una vez que estas magníficas agrupaciones -no las cuestiono-, han ganado su particular Operación Triunfo, la lluvia de contratos para cantar por toda España es incesante, y no sólo se les olvida dónde vienen y para qué, sino que también se les olvidan parte de sus letras, en las que reivindicaban trabajo, vivienda y justicia, entre otras cuestiones.

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Por otra parte, están las agrupaciones provinciales. Agrupaciones que se conforman, en la mayoría de los casos, con pasar el primer corte. En el caso que lo consigan, regresarán a su pueblo llenos de alegría y con una sobredosis de narcisismo, porque ellos ya son conscientes de que a partir de este día serán un importante referente para el carnaval de su pueblo.

Por el contrario, en el caso de que no superen ese primer corte, tanto sus letras como sus manifestaciones públicas y privadas irán dirigidas a criticar a todos los que de alguna manera se han confabulado en su contra. Son incapaces de hacer autocrítica y, además, se pasan el Carnaval más amargo de su vida. Se olvidan de que esta fiesta es para reir y hacer reir.

Por eso celebro actuaciones y programas como los de amos cuchá en Cádiz, o el de ¿por qué no te callas? en Barbate, en el que los grupos de amigos y familiares recorren las calles cantando sus repertorios.

Repertorios que en muchos casos superan en gracia, elegancia y finura a muchos autores que desgraciadamente han quedado estigmatizados por las tablas del Gran Teatro, y a los que únicamente les interesan los premios y los reconocimientos personales.

Francisco R. Apolo. Barbate