Cultura

Un sangriento pacificador en la era de las ONG

Stallone siempre ha sabido conectar con la psique de América; ahora resucita a un icono de la era Reagan

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Sylvester Stallone ha animado la batalla republicana con su apoyo al senador por Arizona John McCain, héroe -como Rambo- de la guerra de Vietnam. «De momento, el guión que se escribe, la realidad, es más bien brutal y dura, como una película de acción. Y hace falta alguien que haya estado en este tipo de situaciones para salir de ellas», alecciona el actor y director, que en el pasado ha apoyado indistintamente a candidatos demócratas y republicanos. Mientras, Mike Huckabee se deja ver en los mítines junto a Chuck Norris, otra estrella de acción que ha aprovechado en sus películas los vaivenes de la política exterior estadounidense.

Paradojas del destino: Stallone se despedía en 1988 de su musculado guerrero en Afganistán poniéndose al servicio de los talibanes. El escritor David Morrell había publicado en 1972 Primera sangre, una novela basada en la figura real de Audie Murphy, el soldado más condecorado de la II Guerra Mundial, cuyo alcoholismo e inadaptación al regresar del frente hoy se diagnosticaría estrés postraumático.

Morrell lo convirtió en un ex boina verde perdido en la América profunda tras volver de Vietnam. «Muchos veteranos vieron Rambo por lo que se mostraba de ellos mismos: lo que habían sufrido y lo que sintieron al regresar a casa, a una nación que, en general, no les dio la bienvenida», explica el escritor en la reedición de su absorbente novela, con motivo del estreno de John Rambo. Veintiséis años después de la estupenda Acorralado, seguida por la exitosa Rambo y la alimenticia Rambo III, Stallone recupera a un icono de la era Reagan.

Rambo ya no lucha contra sus fantasmas interiores, ni contra el desprecio de su propio país, ni contra el eje del mal personificado en Afganistán y la Unión Soviética. Lleva veinte años retirado en la selva de Tailandia, ajeno a la guerra que asola el país y ganándose la vida como cazador de serpientes en un río. La desaparición de unos misioneros occidentales a los que ha acompañado río arriba hasta unos campos de refugiados le lleva de nuevo a la acción junto a unos mercenarios. El mal adopta la forma del Ejército birmano. Y Rambo se erige en una suerte de eficaz y letal ONG. En un pacificador que se une al movimiento humanitario cercenando miembros y rebanando gargantas.

De Rocky a Poe

John Rambo (Rambo en el título original, que coincide con el nombre español de la segunda parte rodada en 1985) se estrenó el pasado viernes en EE UU, colocándose en segunda posición del box office con casi 20 dignos millones de dólares. A los críticos les ha sorprendido los excesos sanguinolentos de un filme arrollador, que incluye brutales momentos gore. «Los enemigos son tan cómicamente monstruosos y sus muertes tan sangrientas que sólo queda reírse a carcajada limpia», sanciona el New York Daily News. «Violencia porno excelentemente rodada y montada», remata el Chicago Sun-Times.

Rambo ha despertado de entre los muertos gracias al inesperado éxito de Rocky Balboa el año pasado, también dirigida por Stallone. Y es que si algo ha demostrado este autor de siete largos, que llegó a estar nominado al Oscar ¿como guionista y actor!, es sentido de la oportunidad. Sly contaba apenas 30 años cuando su boxeador de Filadelfia le convirtió en el mayor ídolo italoamericano desde Sinatra. Intuyó que, tras el escándalo Watergate y la caída de Nixon, el público americano de 1976 necesitaba no ya optimismo, sino recobrar la propia estima. Y con su gramática parda y su conmovedora fuerza de voluntad, esas eran justamente las cualidades que derrochaba Rocky Balboa y que le harían entrar en el panteón del folclore nacional.

El paso lógico tras despertar a Rambo, el soldado que gana guerras perdidas, sería recuperar a Cobra, el policía sin ley. De momento, Stallones prepara la biografía de Edgar Allan Poe. Un guión suyo que en los 80 estuvo a punto de dirigir Stanley Kubrick.