HOMENAJE. El padre Feliciano con otros sacerdotes en la misa.
CÁDIZ

Un ejemplo de bondad

La comunidad marianista celebró ayer el 85 cumpleaños del padre Feliciano

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Aunque no es amigo de las celebraciones, «porque me gusta trabajar en silencio», ayer era un día especial para el padre Feliciano. Habían pasado 85 años desde que nació en Argote, en el Condado de Treviño de Burgos. Pero desde hace 57 años se siente gaditano. En 1951 Feliciano Ruiz fue ordenado sacerdote marianista y su primer destino fue Cádiz. Una ciudad que conocía de lejos pero que ha conquistado su corazón.

Desde ese año hasta 1953 ejerció como maestro en el colegio San Felipe Neri de Extramuros. Después fue destinado a Valladolid, a Madrid, a Ciudad Real y fue capellán del colegio marianista de Segovia.

Pero de nuevo volvió a Cádiz en 1966 para iniciar una década como educador en este colegio de Puertatierra. Después de estar un año en Roma en 1977 regresó a la ciudad, pero en esta ocasión fue trasladado al Oratorio de San Felipe Neri como capellán, «ayudante del padre Mateos y del padre Vicente. Éste era la encarnación de la bondad y de la misericordia de Dios», recuerda el padre Feliciano emocionado. Hasta su jubilación, en 1988, ejerció como maestro en el colegio. Un año muy triste para el sacerdote marianista porque «no sólo dejaban de trabajar por los demás, sino que la comunidad marianista abandonó el Oratorio para siempre».

El padre Feliciano asegura que «es el momento de mayor sufrimiento que he vivido. Yo, como rector del templo, tuve que echar la llave para siempre, lo que me invadió de tristeza». Por eso ahora, cuando se hablaba de desacralizar el templo él «estaba expectante, porque me costaba cree que la iglesia no fuese un lugar para el culto a Dios. Pero confiaba en las autoridades eclesiástica que, al final, no nos fallaron. Sin embargo, nunca quise mezclarme en el intercambio de cartas que se han sucedido en los últimos tiempos».

El padre Feliciano recuerda con especial cariño a Manuel Bocanegra, «ayudante del padre Manuel, que sufría una hemiplejia. Recuerdo que Manuel Bocanegra hacía de todo, menos ordenar misa. Tanta era su dedicación al Oratorio que en una eucaristía le felicité públicamente por su trabajo».

Ayer, en su 85 cumpleaños, el sacerdote marianista pidió «ofrecer a dios el trabajo que he hecho durante estos años, y ponerme en Sus manos. También deseo saber agradecer los dones que me ha dado y a la gente que me ha puesto alrededor para ayudarme, porque sin ellos no sería lo que soy». Ellos, los que han estado a su lado, no quisieron faltar ayer al homenaje celebrado en la iglesia de Nuestra Señora del Pilar, en el colegio de San Felipe (Extramuros).