Romeo y Julieta, un clásico en el Villamarta. / T. S.
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'Romeo y Julieta' se destila en rojo en el Villamarta

La versión operística del clásico universal de Shakespeare firmada por Gounod llega a Jerez con Ismael Jordi y Ruth Rosique

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Hay partituras que vienen cargadas con la fuerza del mito, que son mucho más que un conjunto de signos destinados a ser mejor o peor interpretados. El propio Charles Gounod (1918-1893) llevaba años seducido por la historia de los amantes de Verona cuando se decidió a darle forma lírica y crear una de las piezas más representadas del repertorio operístico. Un libreto cargado de Historia e historias, la de un relato universal firmado por Shakespeare y la de las numerosas vicisitudes que vivieron, incluso, los intérpretes que algún día se dejaron seducir por ella. Esta noche y el sábado, bajo la dirección de Francisco López, la más romántica de las óperas del siglo XIX francés contagiará el Teatro Villamarta de Jerez con los ecos de Romeo y Julieta un romance que en su versión gaditana se ha decantado por la pulsión arrebatada, por la pasión y la sangre, por el rojo indiscutible.

Rojos son los vestidos de todos y cada uno de los protagonistas y blancas las máscaras con las que se despersonaliza el odio inmortal entre las dos literarias familias. Con el tenor jerezano Ismael Jordi como Romeo y Ruth Rosique en el papel de Julieta, el montaje transforma el escenario del coliseo jerezano en diversos rincones de la medieval Verona y vuelve a decantarse por una visión clásica a la hora del diseño de las escenografía y los figurines.

Con vestuario y decorados a cargo de Jesús Ruiz, esta versión de los personajes de Gounod incide en la violencia, la presión y la muerte, elementos que se plasman en el rojo de los trajes; el asfixiante efecto de las columnas y las paredes oblicuas y la oscuridad de un ambiente sombrío que anticipa la muerte.

Tal y como es habitual en los montajes firmados por López, director además del Coliseo, Romeo y Julieta vuelve a poner énfasis en la interpretación de los cantantes que, sobre todo en el caso de los protagonistas, alcanzan en el escenario una compenetración perfecta.

Interpretación

«Mi obligación es exprimir al máximo las posibilidades dramáticas de la partitura. Estamos hablando de una ópera en la que se cuentan más de 12 solistas. He querido incidir mucho en los enamorados. Considero que tienen carácteres muy diferentes. Julieta, a pesar de su juventud, es una niña de una sorprendente madurez, una mujer moderna capaz de tomar las riendas de las cosas. Romeo, sin embargo, es un personaje más romántico, apasionado, de luces y sombras, casi ciclotímico», apunta López para quien los cantantes llevan a cabo una profunda transformación psicológica a lo largo de las dos horas y cuarto que dura la pieza.

Entre los fuertes del montaje, la compenetración entre la pareja de amantes, que llevan la pulsión dramática de Gounod a una calidad casi teatral. «En cualquier cosa que hacemos el factor humano es fundamental, en este caso la buena relación entre Ruth y Jordi, muy franca, de mucho entendimiento, hace que las posibilidades interpretativas se aprovechen aún más», reconoce el director.

Además de Jordi y Rosique, el reparto artístico está configurado por cantantes de la talla del barítono ruso Alexander Vinogradov, en el papel de Fray Lorenzo; Juan Tomás Martínez como el Conde Capuleto, Borja Quiza como Mercucio, Alexandra Rivas en el rol de Stephano, Eduardo Santamaría como Teobaldo, Marco Moncloa como Gregorio, José Antonio García en el papel del Duque de Verona Soraya Chaves como la nodriza Gertrudis y Joaquín Segovia como el Conde Paris.

En la parte musical, la dirección corre a cargo de David Giménez Carreras, encargado de conducir a la Orquesta Filarmónica de Málaga y la Coral del Teatro Villamarta, en una pieza fundamentalmente melódica en la que triunfan los pasajes apasionados de tintes románticos.

Destila el montaje jerezano mucha ternura, mucha pasión. Odio, venganza, dolor pero, ante todo, amor. Amor que rebosa el escenario y lleva a los actores a una catarsis interpretativa favorecida por el amplio repertorio de duetos primados por el director, que ha suprimido algunos de los ballets y grandes coros del cuarto y quinto acto para imprimirle a la pieza un dinamismo mayor.

«Romeo y Julieta es, en apariencia, una pieza muy sencilla pero como ópera francesa del XIX tiene deudas con el gusto de su época, fragmentos de coros multitudinarios que yo he cortado para hacerla más ágil y más acorde con el gusto de hoy. Ha sido una cirugía que tenía que ver con encontrar una mayor verdad dramática», explica.

Historias de amor

La fama precede a una pieza de la que el propio Gounod escribiría a su esposa le «había devuelto a los años de juventud». Los ardientes diálogos pronto colocaron a Romeo y Julieta como una de las óperas más aclamadas por el público. El estreno mundial en París, en abril de 1867, supuso el comienzo de un fenómeno que, en menos de un año, atrajo al teatro a numerosos aficionados de Inglaterra, Bélgica y Alemania.

A las salidas inesperadas del enfervorizado público -que en más de una ocasión subió al escenario a compartir desdichas con los enamorados-, se sumaron los romances entre los intérpretes. El más famoso, el protagonizado por Adeline Patti con su Romeo, Nicolini, en la Ópera de París. Cuentan las crónicas que en la escena del balcón, la pareja se dedicó nada menos que veintinueve besos. Unos pocos meses más tarde, Patti, se divorciaría de su marido, el Marqués de Caux, para convertirse en Adelina Nicolini.

Para las tablas de Jerez no se espera tanto aunque sí un montaje capaz de encender la sensibilidad del auditorio con una historia de amor universal. El de los jóvenes amantes de Verona. La del amor imposible que sólo se sella con la muerte.

fatimavila@lavozdigital.es