Sociedad

Geografía del beso

Un informático elabora en internet un mapa interactivo para saber cuántos besos de saludo hay que darse en cada una de las regiones de Francia

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cuántos besos hay que dar cuando se saluda a un francés? (O a una francesa, tanto monta). Hay preguntas que encierran en su aparente simplicidad toda la complejidad de las relaciones humanas. El problema escapa a las soluciones sencillas, sobre todo para un extranjero. En Francia no es cosa de llegar y besar el santo. Hacen falta años de experiencia para acertar, sin garantías de éxito. Uno, dos, tres, cuatro... y hasta cinco. Las secuencias de besos varían en función de factores cuyo desorden sí altera el producto. Región, clase social, generación, medio urbano o rural... Un rompecabezas a labio partido.

En el país del fromage, donde las cosas con queso saben a beso, la regla general es poner cada vez la otra mejilla. El culinquieto Nicolas Sarkozy ya ha institucionalizado los dos ósculos en las relaciones diplomáticas. Antes de convertirse al carlismo tendencia Bruni, sorprendió con un par de besos en su primer encuentro a la canciller alemana Anjela Merkel, que no pudo reprimir un gesto reflejo de retroceso. Su predecesor Jacques Chirac, que también sucumbió al erotismo italiano de los bocados de Cardinale, era un maestro consumado del besamanos, cuyo secreto reside en no tocar con los labios masculinos la piel de la dama, que nunca debe llevar guantes.

Por Francia se puede circular besa que te besa, boquita de cereza. Pero con el riesgo de quedarse más de una vez con la boca al aire en forma de culo de gallina, como un brindis al sol de El Gallo. Para evitar esa sensación de ridícula espera a un contacto bilabial que nunca se producirá, un avispado informático ha elaborado en internet la cartografía de la bise, el beso de saludo a la francesa.

En la página http://combiendebises.free.fr:80, Gilles Debunne propone a los internautas votar el número de besos habitual en su provincia mediante un mapa interactivo. Desde su puesta en servicio en marzo de 2007 se han registrado cerca de 25.000 sufragios que dibujan la geografía de la variante casta, protocolaria y a secas del french kiss, el apasionado humedal con lengua.

Los vascos de Pirineos Atlánticos se decantan por los dos besos, como la mayoría silenciosa de una práctica que no debe ir acompañada con banda sonora. Tres muás sordos copan la franja centro-este del país, mientras que en los solares situados al norte del río Loira se llega a cuatro. Pero la patria chica del bésame mucho es el sur de Córcega con patente de corso para estamparse cinco ósculos por la cara.

Los menos besucones, con sólo la muestra, son los bretones de Finisterre y los habitantes de Deux Sèvres, feudo electoral de Ségolène Royal, reacia a dejarse babosear por sus camaradas consciente de que en el apostolado socialista hay más Judas que inclinados a besar el suelo por donde pisa. En las grandes capitales, aunque se encuentren en regiones besuqueadoras, se practica el doble beso que deja en urbana evidencia a los campuzos creyentes en el no hay dos sin tres.

Lo que no dilucida la guía electrónica es por qué lado se empieza, por la derecha o por la izquierda. «He optado por no recoger esa información pues pienso que no es muy fiable», alega el besólogo de la red. «He observado que eso depende de la posición de la gente en el momento en el que se besan, aunque haya un lado preferido», añade. Otros especialistas en no morderse la lengua aseguran que en el este del país se comienza generalmente por la mejilla derecha mientras que en la cuenca del Mediterráneo se empieza por la izquierda.

Hasta en la oficina

Aunque el apretón de manos sigue siendo el rey de los saludos en Francia, el beso se ha generalizado en oficinas, liceos, calles y cafés entre familiares, colegas y compañeros. Incluso entre hombres, sobre todo en las regiones meridionales, sin necesidad de conocerse previamente. «Se ha convertido en un ritual, con el mismo significado que estrechar la mano», explica Dominique Picard, profesora de Psicología Social en la Universidad Paris XIII. «En ciertas empresas sería impensable no besar a los colegas al llegar por la mañana. A partir del momento en que el beso se vuelve una regla de cortesía, es decir, que se considera que es la norma para saludarse, no hacerlo puede ser percibido como signo de distanciamiento», agrega esta autora de un tratado sobre la politesse, publicado por la editorial Seuil.