BELLEZA ISLÁMICA. Bhutto se coloca el velo. / AFP
MUNDO

Una época y un país equivocados

Bhutto, la primera mujer en gobernar un Estado musulmán, tuvo que luchar siempre con el hándicap de su condición femenina en una región machista

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Fue una precursora. Así lo había decidido su padre ante la falta de

carácter de sus hermanos varones. La mayor de los descendientes de Zulfiqar Alí Bhutto -presidente (1971-1973) y primer ministro (1973-1977) finalmente ejecutado en la horca por el régimen castrense que le derrocó- fue educada para gobernar Pakistán (etimológicamente, el país de los puros). Pese a que nació en una época (1953) y en un país manifiestamente machista, fue cultivada con una formación filosófica, política y económica en Harvard y Oxford que finalmente la convirtió en la primera mujer en dirigir los designios de un país musulmán. Ocurrió en 1988, cuando por primera vez asumió el cargo de primer ministro. No lo vio su padre, ajusticiado nueve años antes.

La vida de Benazir Bhutto caminó paralela a la historia la antigua colonia británica. El sectarismo y la violencia política marcaron su devenir desde la cuna hasta la tumba. Maniatada por la dictadura militar y querida por los pobres. Odiada por los integristas y avalada por Occidente, pese a que su marcado carácter revolucionario le llevó a sumarse las protestas por la guerra de Vietnam y a leerse todas las 'biblias' feministas de su era. Bhutto supo conjugar las costumbres orientales y occidentales, sin olvidar jamás su condición de mujer. Y esa mezcla se manifestó siempre en sus actuaciones.

Atractiva y brillante, Benazir, conocida por el apelativo familiar de 'Pinkie', fue fiel a las costumbres de su país pese a su formación occidental y se casó en un matrimonio concertado por su familia.

Dos gobiernos

Su unión con Asif Alí Zardari en 1987 la explicaba así días antes de sus nupcias: «A veces la química funciona. Además en un matrimonio arreglado las expectativas no son muy altas y esto hace que las cosas puedan funcionar mejor». Tuvieron tres hijos. Viven en Dubai. «A veces hay que dejar de ser persona para ser política», reconoció. Y así lo hizo. Se volcó en la lucha por el poder hasta encabezar dos gobiernos (1988-90 y 1993-96), pero no logró completar ninguno de sus mandatos, acosada por acusaciones de corrupción, de las que escapó optando por el exilio, primero en 1994 y más tarde en 1999.

La muerte en un accidente de avión en agosto de 1988 del dictador Mohamed Zia-ul-Haq, el hombre que acabó con la vida de su padre, y la celebración de elecciones la colocaron al frente de Pakistán por primera vez, pero el 6 de agosto de 1990 el presidente, Ishaq Khan, la destituyó acusándola de abuso de poder, nepotismo y corrupción. Inmediatamente, disolvió la Asamblea y convocó nuevos comicios.

Bhutto recordaba aquellos momentos. «Mi carácter es muy luchador, cuando más dificultades tengo más ganas de vencer me nacen. Cuando me arrinconan contra la pared, más puedo luchar». Y dicho y hecho. Volvió al poder en octubre de 1993, pero en tres años de nuevo se vio obligada a renuncias envuelta en una niebla de corrupción, mala gestión económica y por la muerte extrajudicial de detenidos.

La líder de los pobres

La 'líder de los pobres', como ella misma se definía optó por abandonar Pakistán para un «exilio voluntario» que acabó el pasado 18 de octubre, tras casi nueve años, después de que le fuera garantizada una amnistía por Pervez Musharraf. Dejó entonces atrás a su marido, conocido por los paquistaníes como 'Míster 10%' por las comisiones que cobraba para facilitar contratos públicos, y quien pasó varios años en la cárcel antes de finalmente unirse a ella en el exilio en 2004.

Los tribunales anularon las sentencias por corrupción de 1999 y 2001 pese a repudiar la dictadura de Musharraf. Acabó por negociar con él un reparto de poderes que defraudó a muchos, que lo consideraron una traición. Las urnas deberían llevarla otra vez a la jefatura del Gobierno en enero. Pero su destino y las balas lo impidieron. Los integristas jamás le perdonaron que fuera mujer.