Opinion

Otra vez los Sherpao

La persistencia de los viejos problemas políticos, sociales y territoriales del Estado compuesto y variopinto que es Pakistán quedaron ayer trágicamente de manifiesto de nuevo: el representante del poderoso clan de los Sherpao fue objeto de un intento de asesinato en el que murieron más de cincuenta personas.

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Sherpao es también el nombre de la cabeza del distrito que a unos 40 kilómetros de Peshawar, capital de la provincia del noroeste, es la cuna del linaje del mismo nombre, que ha controlado siempre la política local con un pie en los gobiernos nacionales y otro en la asamblea y el poder regional (Pakistán es un país federal).

De hecho, el objetivo del cruel ataque, que sobrevivió ya otra vez a un intento parecido, está haciendo campaña para las elecciones legislativas del 8 de enero que deben normalizar el agitado país y culminar el diseño del presidente Musharraf, a quien sirvió más de tres años como ministro del Interior.

Segundón de la gran familia, su hermano mayor fue asesinado en 1975 y él, entonces joven oficial de carrera, dejó el uniforme para entrar en política en nombre del clan y su clientela, siempre cerca de quien fue su mentor, Zulfikar Alí Bhuto, ahorcado por el régimen militar-islamista de Zia ul-Hak. El partido del clan es como la representación local del partido de Benazir Bhuto, hija y heredera política de Zulfikar y tiene el mismo nombre seguido de la S de Sherpao, una costumbre muy extendida en el país. Si se considera que todos los fieles reunidos en la mezquita donde se auto-voló el suicida habían pasado incluso controles de detección de metales se constata a qué punto de violencia y temor ha llegado la situación y cómo se ha deteriorado en el remoto noroeste, una de las cuatro regiones del Estado.

Con los de ayer se acerca a novecientos el total de muertos en actos de violencia política en el año que termina, aunque más de la mitad son los producidos en julio por el asalto a la Mezquita Roja de Islamabad, que marcó un sangriento antes y después y aunque decapitó al movimiento islamo-terrorista en la capital suscitó la cólera de los movimientos islamistas y, tal vez, empeoró las cosas.