Opinion

La destrucción ha llegado

Soy un portuense que lleva varios años estudiando en la facultad de Biología de Sevilla, y vengo esporádicamente a mi ciudad natal, pudiendo contemplar los cambios que se van realizando aquí, de forma más escalonada que gradual, y quizás por ello puedo apreciar mejor la velocidad del cambio, la cual es tan impresionante que asusta, y permítanme decirlo, me ha quitado todas las esperanzas.

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Se comprende que el incremento de la población y el crecimiento urbanístico es tan exponencial como imparable, aunque más de la mitad de las casas que construyan sean para turistas veraniegos siendo casitas fantasma el resto del año. Más de medio Puerto esta lleno de carteles de empresas constructoras, y todas las zonas verdes que quedan van a ser destruidas, o ya las han destruido sin que lo sepamos, talando desde el centro de los bosques de pinos y eucaliptos hacia afuera, poquito a poco, sin que nadie se de cuenta, y para cuando ya te has enterado, es demasiado tarde porque ya se ven las maquinas a través de los pinos. Lo realmente irónico, es que si me ven podando una rama de pino que sobresale de mi parcela a la calle o si me pillan cogiendo espárragos, setas y/o plantas para mi herbario, me cae una multa impresionante, y luego, ves a los Caterpillar arrancando pinos de raíz. Te planteas muchas cosas, pero de todas formas ¿qué crees que puedes hacer tu contra los maletines, urbanismo y el Señor Don Dinero?

Aún así, es más irónico cuando todo esto se encuentra arropado por el hermoso velo del desarrollo sostenible, lo cual se ha convertido más en un arma política de doble filo, que lo que realmente era: una bonita teoría creada por biólogos que creían en el avance de la humanidad sin dañar tanto el medio ambiente, y con la esperanza de dejar a los hijos de nuestros hijos un legado natural. Aún recuerdo cuando de chico iba con mis padres a co-ger espárragos, piñas y setas a los pinares de detrás de la gasolinera de la carretera Rota-Fuentebravía, o a la finca de los Terry, junto a la Casa de Ejercicios de la Inmaculada. Y cuando jugaba con mis amigos al poli-y-ladrón por la urbanización de Fuentebermeja, escondiéndonos entre los pinares y retamares, tirándonos cuesta abajo por las dunas. Esta vorágine de re-cuerdos me trae felicidad por una infancia plena, pero tristeza por un futuro incierto. No podemos pararlo, la destrucción ha llegado, el hombre ha impuesto con su mazo el fin de las palabras desarrollo sostenible y biodiversidad. Protegemos los linces ibéricos avocados irremediablemente a la extinción, y Greenpeace lidera batallas contra el cambio climático, que ahora está tanto de moda; pero señores, lo que realmente es un arma de destrucción masiva, es la ambición del hombre por el dinero, y contra esto no hay cura, aunque si una hay una pequeña luz de esperanza: la Junta de Andalucía ha desestimado el PGOU que pretendía recalificar a suelo urbanizable la práctica totalidad de pinares y retamares. Ahora es el momento de elaborar un nuevo PGOU que proteja la riqueza natural que ha sobrevivido a esta masiva destrucción que hemos vivido, y ahí tenemos que colaborar todos los ciudadanos.

Juan de Dios Franco Navarro.

El Puerto de Santa María