VIKRAM CHANDRA ESCRITOR

«Quien ejerce la violencia construye un universo moral en el que tiene sentido»

«Los principios más importantes se diluyen en situaciones de crisis», advierte el autor indio, que acaba de publicar 'Juegos sagrados' «A menudo me pregunto si la gente 'moderna' está liberada de atavismos»

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Vikram Chandra (Nueva Delhi, 1961) ha escrito la gran novela de Bombay, que por extensión es la gran novela de la India actual. Juegos sagrados (Ed. Mondadori), un volumen de más de mil páginas, trata de reflejar, a través de la peripecia de un policía que investiga la biografía del jefe de una banda mafiosa, la vida en una ciudad caótica de 15 millones de habitantes, espejo de un país de mil millones en el que se dan todas las religiones imaginables y se hablan 1.600 idiomas, 18 de ellos recogidos como oficiales en su Constitución. El amor, la corrupción, las guerras de religión, el cine de Bollywood y sus estrellas, los gurús, los sueños frustrados y los alcanzados -siempre a un alto precio-, y la violencia, grandes dosis de violencia, están presentes en una novela que ha consagrado a su autor. Chandra, un profesor de la Universidad de Berkeley que visita estos días España aún sorprendido por el éxito internacional de su novela, tiene una explicación para el uso masivo de la violencia que hoy se da en todo el mundo: quienes la ejercen se construyen su propio universo moral, en el que adquiere sentido.

-Usted ha contado que India es un país donde un agricultor de un paraje remoto puede usar teléfono móvil y luego matar a su hija si quiere casarse con alguien de casta inferior. ¿Explican esas contradicciones la vitalidad de la literatura india?

-Todas esas cosas suceden juntas, efectivamente, de manera que una visión demasiado lineal de la historia resulta simplista. Yo a menudo me pregunto hasta qué punto algo que nosotros entendemos como moderno lo es realmente; si la gente moderna está liberada de atavismos. En India, el pasado y el presente están juntos. Lo tradicional es al mismo tiempo moderno. Es algo que sucede con las castas.

-¿Cómo?

-A primera vista, las castas parecen un producto del pasado, pero hoy son el resultado de la combinación del sistema democrático de India y la herencia de la legislación inglesa. Le voy a contar algo: el primer censo que se hizo en India fue bajo la dominación británica, y se preguntaba a la gente a qué casta pertenecía, dejando la respuesta abierta. El resultado fue que se recibieron 14.000 respuestas distintas. En el siguiente censo ya se ofrecieron opciones concretas para tratar de llegar a una definición legal. Tras la independencia, el sistema se ha reconfigurado para adaptarlo a la nueva democracia. El resultado ha sido contrario a lo que se pensaba: la democracia debería haber diluido el sistema de castas y ha terminado por reforzarlo. Después de eso, ¿son antiguas o son modernas las castas?

Cultura local y universal

-Sus colegas más conocidos viven en el Reino Unido o Estados Unidos, como usted. ¿Se entiende mejor un país así cuando se vive lejos?

-En parte es así. Aunque también es cierto que muchos escritores (como los profesionales de otros campos) han salido del país porque es más fácil ganarse la vida fuera. Yo doy clase en Berkeley y eso me deja tiempo y recursos para poder escribir; en India tendría menos tiempo. Un escritor ha de alejarse de los estímulos de la calle para trabajar: bien encerrándose en su cuarto en Bombay, bien yéndose lejos. Además, cuando viajas, notas lo forastero que eres en todo el mundo. Todo lo que te parece universal de tu cultura resulta que es muy local...

-Los retratos de sus dos personajes principales, el policía y el jefe de la banda, están muy perfilados y presentan detalles muy concretos. ¿Cómo se documentó para hacerlo?

-Tengo amigos periodistas que me ayudaron muchísimo, porque saben mucho de delincuencia. Al empezar a trabajar, les pedí, como también hice a algunos policías, que me pusieran en contacto con gente de diversos ámbitos que pudieran darme información: lo mismo historiadores que personajes de los bajos fondos, mafiosos y víctimas de la violencia.

-Precisamente su novela tiene una gran dosis de violencia, en todos los ámbitos. Es algo común en los libros de autores indios. ¿Es la literatura india una literatura de la violencia?

-Es lógico que sea así, porque la violencia existe en el país y en cierto modo se ha convertido en una herramienta política. El temor a la violencia se utiliza en política y el fenómeno se retroalimenta. Le daré un ejemplo: si una película que se va a estrenar no gusta a determinado grupo, bastará con que alguien importante diga que puede provocar protestas para que la Policía prohíba su exhibición. Ha sucedido.

-¿Y quién usa la violencia como herramienta política?

-En todo el espectro político hay quien lo practica. Cuando hace un tiempo vimos en televisión las imágenes de la destrucción de una mezquita, se generó una verdadera espiral de ataques y muertos. Para quien está en el poder es muy útil ese ciclo inacabable de violencia. Por eso, en el libro me interesaba la idea de que lo invade todo como si fuera un pecado original. Lo que sucedió hace 60 años (la partición y las matanzas que tuvieron lugar a ambos lados de la nueva frontera entre India y Pakistán) sigue en nuestra vida actual. Pesa mucho en el ámbito público y en el doméstico. Hay cosas de las que no se habla en las familias, sobre las que nadie te cuenta abiertamente nada.

Juego moral

-¿Por eso uno de sus personajes dice que una vez que se ha participado en una guerra ya es imposible mantener puros los principios?

-Claro. Es una verdad humana general, no algo propio de India. Los principios más apreciados, los más importantes, se diluyen en las situaciones de crisis. Es muy difícil mantenerlos cuando te sientes amenazado. Eso es algo que hay que admirar en Gandhi: su integridad ante un gran riesgo. En cambio, es sorprendente ver cómo tras el 11-S la amenaza real o la amenaza imaginada han hecho que el Gobierno de EE UU se olvide de los principios. Y no parece que el pueblo tampoco proteste demasiado por ello. Como ve, el uso del terror como herramienta política se da en varios contextos.

-¿Y se dan justificaciones, como las que construye su personaje principal en Juegos sagrados?

-Es que quien quiere ejercer la violencia tiene que construirse un universo moral donde el uso de la misma adquiera una lógica. Los gánsters creen que sus acciones forman parte de un juego moral. Eso es lo que quería contar en la novela: la existencia de una banda de delincuentes en Bombay que se representa a sí misma como salvadora de los pobres, que quiere hacer creer a todos que es así, y que sus actuaciones se guían por ello. Para preparar el libro, hablé con el jefe de una banda, una persona muy religiosa, y me citaba esos argumentos.

-¿Y se los creía realmente?

-Estoy seguro de que sí. En su mente, lo que hace, la violencia que ejerce, tiene un sentido. Todos lo buscamos a nuestra vida. Intentamos que encaje en un esquema moral. Por eso algunos convierten la violencia en un acto con fuerza moral.

-Viniendo de un país con tanta mezcla de religiones, lenguas y estilos de vida, ¿qué opinión tiene del concepto 'choque de civilizaciones'?

-Esa idea se basa en el concepto de pureza cultural, que a mí me parece muy sospechoso. Si se examina la Historia de India vemos que se ha dado un intercambio constante de tradiciones en todos los órdenes. Por eso me parece una ironía que en los últimos tiempos haya gente que quiere construir el hinduismo como un credo monoteísta, que es justo lo contrario a su esencia, que siempre ha sido la diversidad. Quien habla de una cultura como algo singular, como algo aparte, comete un error; eso es una contradicción en sus mismos términos.

-Su literatura está muy influida por la tradición oral de su país. ¿Corre peligro esa tradición en una sociedad muy tecnologizada en algunos aspectos, como la de India?

-En los últimos años hay un resurgimiento de la práctica de la tradición oral, que había quedado postergada. Cuando era niño, me contaban muchas historias que están en el Mahabharata y el Ramayana, que tienen un origen oral. Luego, con los años, la gran familia se ha sustituido por otra más pequeña, con padres trajaban, y no hay quien cuente relatos a los niños. Pero el hecho mismo de contar historias forma parte del carácter indio y esa energía se mantiene. Es curioso: hasta el pensamiento abstracto, como el de la Filosofía, en nuestra tradición se manifiesta a través del relato. Seguramente esa pasión por las historias explica el éxito del cine y los musicales.

-Algunos escritores indios tienen gran éxito en Occidente. ¿Son igualmente reconocidos en su país?

-Suscitamos una reacción muy india: hay una tendencia a demostrar el mérito mediante el éxito en el extranjero, pero cuando alguien consigue fama fuera del país, dentro se pone en entredicho su autenticidad. No debe de ser patrimonio exclusivo nuestro, porque una escritora estadounidense de raza negra me contó hace poco que entre ellos pasa lo mismo: el indicador del éxito está en hacerse famoso entre los blancos, pero en ese mismo momento pasas a ser sospechoso para los de tu raza.