CALLE PORVERA

Librerías de viejo

En Buenos Aires no hay librería que no tenga una sección dedicada a libros de saldo, antiguos y curiosidades entre las que rebuscar si no te queda un peso en el bolsillo. Así, se pueden encontrar obras de Cortázar o de Gabriel García Márquez por el equivalente un par de euros, cuando los mismos títulos en ediciones nuevas (más bonitas pero con menos gracia) superan los veinte.

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No es que yo haya pisado aún ese hermoso país, pero me lo han contado y me ha corroído la envidia. En Madrid, Sevilla o Málaga sí se pueden encontrar librerías dedicadas en exclusivo a compra-venta de segunda mano, pero en Jerez nos tenemos que conformar con lo poquísimo que se encuentra en el rastrillo de la Alameda Vieja y de higos a brevas.

Me gusta el olor a nuevo de los libros, pero la mayoría de las veces su precio es prohibitivo. Para mí, el mejor invento del sector editorial de los últimos tiempos son las colecciones de bolsillo. El otro día encontré un título que costaba un billetito azul en edición elegante y no llegaba a seis euros en bolsillo. Creo que no tengo que decir por cuál me decanté: por el precio de uno me podía comprar tres. En las librerías de viejo hay ediciones buenas baratas, libros raros, autores que casi directamente pasaron a esas estanterías olvidadas por culpa del marketing, ediciones extranjeras, colecciones perdidas y con tiernas dedicatorias en su interior que no impidieron que su destinatario decidiera deshacerse de ellas para que acabaran en otras manos. Si me gusta el olor a nuevo, adoro el aroma a librería antigua en la que el dueño se afana en quitarles el polvo a ejemplares que quizás lleven allí desde antes de que yo naciera.

Por cierto, el sonido ha vuelto a mi vida: ¿ya tengo radio en el coche!