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Los baluartes ofensivos no defraudaron en el derbi

Lucas Lobos fue el mejor de su equipo en el primer tiempo y Míchel puso la esperanza y el peligro en los xerecistas

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Gran ambiente en la previa de uno de los derbis con más solera dentro del territorio futbolístico español. Sobre el césped, dos jugadores que entienden el fútbol de la misma forma, pero que lo practican de maneras muy diferentes. De un lado, un Míchel que volvía al once tras algunas jornadas sin saborear las mieles de la titularidad y, por otro lado, el argentino Lucas Lobos aterrizaba en el prado de Carranza con la idea clara de aparcar una crisis deportiva que asola a los amarillos desde la primera jornada liguera.

Con todo ello, el derbi no defraudó. El Cádiz comenzó muy fuerte y su jugador estrella, Lucas Lobos, movió al equipo en los primeros compases. El argentino puso la velocidad y la verticalidad, con lo que azulinos tuvieron que abdicar ante los dos zarpazos del diez amarillo. De hecho, Lobos puso el pase de gol a un Paz que entró solo en el segundo palo. Pero no quedó ahí la cosa, ya que el ex de Gimnasia construyó la falta que daría pie al segundo tanto.

En el otro extremo, Míchel, que fue de los pocos que mostraron algo de peligro en Carranza, se exprimió en busca de un esférico que no terminaba de merodear sus dominios. El equipo de Méndez apenas creaba juego, pero, con el 2-0 en marcador, el Xerez se estiró un poco más. De hecho, el ex del Almería fabricó una clarísima ocasión al girarse en la frontal y estrellar su disparo en el palo derecho de Contreras. Aún así, el Deportivo terminaría recortando distancia con un tanto del 25.

Ya en la segunda mitad, el conjunto xerecista salió a por el partido espoleado por el gol de Míchel. Los jerezanos tuvieron la pelota y se acercaron con peligro. El ariete azulino fue clave, ya que el gigante del Xerez tuvo que bajar innumerables balones que encontraron a Navas y Momo. El rubio platino del Xerez se movió entre líneas y acechó la portería custodiada por Contreras. Por su parte, Lobos no apareció en los segundos cuarenta y cinco minutos. El amarillo se diluyó como un azucarillo y puso su calidad a cuenta gotas. En definitiva, ninguno de los dos baluartes ofensivos de sus equipos defraudó en el derbi.