ADIÓS. Quique Sánchez Flores abandona la ciudad deportiva valencianista. / AP PHOTO
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Quique Sánchez Flores, otro técnico víctima de la impaciencia

El Valencia destituye al entrenador que vivió bajo la sombra de Benítez «Pierdo un cargo, pero recupero una vida», sentenció en su despedida

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Quique Sánchez Flores es otra víctima de la impaciencia del Valencia, un club acostumbrado a fijarse retos demasiado exigentes desde que llegó a dos finales consecutivas de la Copa de Europa y conquistó, con Rafa Benítez en el banquillo, dos Ligas y una UEFA. Perseguido desde su llegada hace dos y cuatro meses por la alargada sombra del ahora entrenador del Liverpool, Quique Flores ha pagado su desencuentro con la afición y el vestuario y no ha encontrado el respaldo del poder. Los dirigentes del Valencia han preferido hace caso a la grada («¿Quique vete ya!») antes que permitir que el clamor apuntase más arriba.

Héctor Cúper, Rafa Benítez, Claudio Ranieri se vieron obligados antes que él a abandonar un club que se había acostumbrado al éxito, al que no le basta estar en zona de Liga de Campeones, a sólo cuatro punto del liderato, y que aún se mantiene vivo en la máxima competición europea. Quique Flores, pese a verse asolado por las lesiones, metió las dos últimas temporadas al Valencia en la Champions, pero han sido suficientes tres derrotas (ante el Chelsea, el Rosenborg y el Sevilla) para precipitar un adiós anunciado.

Los últimos malos resultados han servido para dar la puntilla a un joven técnico de 42 años devorado por la presión de los socios y seguidores del Valencia, que nunca ha conseguido superar sus problemas internos ni ha concedido tiempo suficiente a un entrenador abandonado. Tras ganar sólo una batalla ante el anterior director deportivo, Amadeo Carboni, a Quique le han dado la espalda todos los sectores del club. «Han sido años muy difíciles, y en algunos casos de cierta soledad, que tienen que ver con la exigencia que supone un equipo como el Valencia», reconoció ayer.

El también ex entrenador de los juveniles del Real Madrid y del Getafe ha sufrido su mala relación con los dirigentes y los pesos pesados de la plantilla, y ahora se marcha de unos de los clubes que han marcado su carrera deportiva «con una ligera sensación de dolor, pero también de alivio».

«Pierdo un cargo, pero recupero una vida», sentenció Quique , en quien nunca ha creído el presidente del Valencia, Juan Soler, que ahora se ha quedado sin el que era su principal escudo. Se ha plegado a la afición valencianista, que ha tildado a Quique de conformista, de ser incapaz de sacar mayor partido a un equipo que cuenta con el mayor número de internacionales españoles -escasa garantía-, y de no trasladar en el terreno de juego su gusto por el balón. Para Quique , «una vez conseguida la consolidación atrás, la herramienta fundamental es la pelota», pero en el Valencia, bien por lesiones, por decisiones equivocadas o por no arriesgar el resultadismo, no ha llevado a cabo su filosofía. El juego ha sido malo este año, y ha llegado a alinear a dos medios centro regañados con el toque, como son Albelda y Marchena, como ocurrió frente al Chelsea.