CULTURA | PERIODISTA Y ESCRITOR

Óscar Lobato:«Los asesinos de Cádiz han podido ser deleznables, pero nunca artistas»

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Once años como periodista de sucesos le han servido a Óscar Lobato para llenar cientos de libretas de historias increíbles, desgarradoras, esperpénticas, e incluso, de cómicas crónicas de picaresca absoluta. Pero además, su experiencia como investigador de casos insólitos le han valido para tener una visión fidedigna sobre los tipos de crimen que en las últimas décadas han asaltado la vida de los gaditanos. Ayer, el periodista y escritor participaba con la conferencia Pasiones criminales en el Cádiz de los 90 en las Jornadas Arte y crimen y compartía con los asistentes el delirio de estas historias contadas.

–Ha elegido tres crímenes para su conferencia: El violador de la Punta de San Felipe del año 90, el violador travesti del 91 y, el caso de la chantajista del 96. ¿ Por qué a ellos?

–Porque no fueron criminales normales y se salieron de la noticia habitual. En el primer caso, llamó la atención que la víctima fuera una persona mayor, de 65 años, y no alguien que se adecuara a los patrones habituales de la juventud y belleza. Además, en este caso, la Policía descubrió durante la investigación que este delincuente había sodomizado anteriormente a un chico de 19 años. En el segundo caso, el violador se convirtió en travesti para actuar y atacar a una bañista en Cortadura. La víctima no receló ni huyó porque lo que veía era una mujer. En esta ocasión, nos preguntamos qué fue lo que llevó a un hombre casado y con un hijo de corta a edad a travestirse y, un día dispuesto a ejercer la prostitución, decidirse a atacar a una chica que se cruzó.

–Y, ¿el caso de la chantajista que sobornaba después de ofrecer sus favores sexuales?

–Sí, fue el caso de una bandolera sexual que utilizaba su atractivo para chantajear y conseguir botines de empresarios. La mujer fue descubierta después de acosar a varios hombres que no se atrevieron a denunciarla. Innovó en el arte de la extorsión y el robo. Ponía en marcha una operación en la que ella misma era el cebo y que estaba, extrañamente, bien diseñada. Para vencer las reticencias que pudiera tener el personaje abordado, elegía escrupulosamente a sus víctimas, incluso, fingía por ellos atracción sexual. Fue capaz de crear un personaje artístico para mangar. No recuerdo un procedimiento tan elaborado como este.

–¿En ninguno de ellos hubo sangre?

–No. Pero no por eso fueron menos peculiares. El problema de los sucesos es que muchas veces vienen condicionados por la televisión que da o quita importancia a un suceso según el morbo. No lo comparto. Creo que hay mucho más dramatismo y perversión en otros hechos que he conocido que en el asesinato en sí.

El aristócrata asesino

–En su etapa de periodista de sucesos, ¿ha conocido algún caso del asesino artista de los que se habla en las jornadas?

–Al margen de estos delincuentes sin sangre mencionados, de los más de veinte homicidios que me ha tocado cubrir nunca he encontrado en Cádiz a criminales artistas. Lo más parecido que pudo haber en la provincia como artista criminal fue un aristócrata en la década de los 30 que consumía morfina y se dedicó a engatusar a mujeres mayores con dinero para matarlas después. Planteó un arte de seducción como un don juan aunque después las matara cruelmente.

– Pero, ¿cómo puede haber arte en algo tan cruel como un asesinato?

–Sí puede haberlo. Claro que sólo si aceptamos arte como sinónimo de creatividad. Por ejemplo, el estrangulador de Boston se encargaba de componer la escena. Los policías encontraban tras sus delitos las pinturas macabras que había hecho. Los homicidas de Cádiz pudieron cometer crímenes deleznables pero nunca como artistas.

–¿Y eso qué tiene de pasión o arte y qué de perturbación?

–La pasión tiene algo de perturbación. El mayor ejemplo son los pintores. Toulosse Lautrec pintaba seres hermosos que, en realidad, salían de su pasión por lo bello.

malmagro@lavozdigital.es