ANTONIO RUIZ PRESIDENTE DEL COLEGIO OFICIAL DE TITULADOS MERCANTILES Y EMPRESARIALES

Adiós a un cultivador de la amistad

Aunque la vida de los seres queridos -por muchos años que hayan vivido- siempre nos resultan cortas, sí podemos y debemos valorar la intensidad con la que han llenado su tiempo y la calidad de sus múltiples tareas. De Antonio Ruiz Pérez, un ciudadano extrovertido, despierto y atento, que poseía una notable habilidad para conectar con las gentes y una singular destreza para entablar relaciones sociales, debemos afirmar que ha vivido de una manera plenamente humana. Este hombre, sencillo y noble, que estaba impulsado por un afán enciclopédico y dotado de un espíritu inconformista, era, sobre todo, un cultivador de la amistad. Aunque siempre evitó caer en quimeras, era un ser lúcido que supo conjugar la imaginación y el sentido común con el fin de comprender y de vivir la vida.

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Antonio, hasta el último soplo, nos ha dejado un testimonio de ese luchador que, de manera constante, ha seguido creciendo como ser humano, de ese trabajador que ha enriquecido a su familia con los valores de la laboriosidad, de la disciplina y de la lealtad, y de ese gestor que, en la medida de lo posible y gracias a la seriedad de su dedicación, ha contribuido, de manera eficaz, a la mejora de su entorno profesional.

Las múltiples tareas que emprendió estaban impulsadas por un afán de superación y por la decisión explícita de combatir los monstruos de las mentiras, de las maldades y de los trabajos mal hechos. Al contemplar sus ganas de vivir, a veces experimenté la sensación de que nos estimulaba para que nos liberáramos de la apatía y de la mediocridad.

No tengo la menor duda de que sus palabras medidas y de que sus comportamientos coherentes permanecerán vivos en la memoria de muchos de nosotros. Ahora, quizás sea mejor guardar silencio con el fin de seguir repasando los mensajes que nos han transmitido sus comportamientos coherentes, y, sobre todo, de subrayar los sentimientos de gratitud por el alto nivel de su autenticidad.

Apenados por la marcha de este hombre que, de manera tan vital y audaz, nos ilustró con la elegancia de convicciones firmes, nos sentimos unidos con el dolor de su esposa Aurelia y de sus hijos María del Mar, Luis Antonio, Cristina y Natalia. Que descanse en paz. / J. A. HERNÁNDEZ GUERRERO