La odisea de Juana
En abstracto, el hecho de hacer mejoras en una vivienda o poner un ascensor puede significar poco para una persona que se vale por sí misma y que puede subir -con mayor o menor dificultad- tramos de escalera en un tiempo prudente. Pero para quien un escalón representa un esfuerzo supremo y tal vez varios minutos, el elevador se convierte en la lima para serrar los barrotes de la cárcel.
Actualizado: GuardarHay casas que se han convertido en auténticas prisiones o en torres de marfil desde donde mirar la calle. Así lo siente Juana García Rodicio. «Todos los días salgo a caminar una hora, pero más que esa caminata me cuesta subir hasta mi casa». Juana vive en un piso de la plaza de las Viudas, 27. Sus vecinos dan fe de que hasta el repartidor del butano se lo piensa dos veces antes de emprender la subida de los tres pisos (que corresponden a cuatro) para entregar una bombona, tal y como comenta uno de los vecinos, Andrés Freire.
Cada una de las once familias que viven en esta finca tendrá que pagar 2.300 euros por una obra que servirá para modificar la estructura de la escalera, afianzar la planta baja para que aguante el peso y colocar el ascensor, ya que consiguieron el 75% de la subvención (el máximo es 95%). En el edificio viven seis vecinos mayores de 70 años, que están esperando el ascensor como agua de mayo.
La vida de otras 11 familias -las de la calle Torre, 23- también cambiará sustancialmente con las obras para instalar el ascensor. La finca, según explica una de las vecinas Nieves Pérez Gómez, ya sufrió una primera remodelación y ahora, además, se cambiarán las conducciones de agua, luz y gas. «Antes de las primeras obras nunca se había hecho nada allí; Yo llevo 35 años y aquello ha cambiado completamente».
En Plaza Capuchinos, 5, la subvención servirá para darle un lavado de cara a la fachada, el patio y para arreglar las conducciones de agua. José Castelao asegura que al final ha merecido la pena «los dos años de papeleo». Han conseguido la máxima subvención.
