VUELTA DE HOJA

Puertas abiertas

Es bastante egoísta que sigamos enredados con comidillas políticas cuando en el mundo hay tanta gente que no come. Para precisar algo más, una de cada siete personas sufre malnutrición. Los Objetivos del Milenio van a tardar cientos de años en cumplirse, así que si se acerca alguien a nuestra mesa es temerario decirle eso de ¿usted gusta? ya que puede sentarse y, lo que es peor, echarnos a nosotros.

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Nos daríamos por contentos si pudiéramos rebajar el número de personas que malviven, mejor sería decir que malmueren, con 0,75 euros al día, pero la cosa va para largo. Tan largo como un día sin pan, o sin tortitas de arepa, o sin arroz.

Hay que alegrarse porque la Comisión Constitucional haya aprobado una norma que modifica los requisitos para obtener la nacionalidad española. Mientras hay algunos nativos que quieren serlo, otros muchos, que han nacido en otra parte, ansían obtener ese título.

Se calcula que un millón de nietos de exiliados y emigrados podrán recuperar la patria de sus mayores, que es irrenunciable. De sangre en sangre vengo, como el mar de ola en ola, dijo un poeta al que cárcel y muerte le dieron las españas.

Se encontrarán con un país difícil, pero siempre eso es mejor que no tener ninguno. Verán condenas anacrónicas, rencores resurrectos, cambios de letreros en las calles y tipos iracundos que aspiran a cambiar lo que sucedió por lo que ellos desearían que hubiera sucedido. También hallarán entre nosotros personas juiciosas que no se dedican a anticipar los juicios de la Historia y quieren mirar hacia adelante.

No sólo para no convertirse en estatuas de sal si miran para atrás, sino para no detener su mirada en otras estatuas. A ese millón de nietos de emigrantes y de exiliados debemos abrirles las puertas. Pasen, señores, pasen. Esto es lo que tenemos.