Cultura

Don Juan inmortal

Numerosos actos, estrenos, libros y seminarios resucitan la figura del famoso Burlador de Sevilla en un ciclo cultural que se extenderá hasta 2009

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Es odiado y amado, venerado y despreciado, objeto de mitos e historias, modelo de referencia, arquetipo, referente. Don Juan es el hombre azote de la virtud, el burlador de lo casto, irreverente con su mundo, que un día aterrizó en el teatro para contagiar al mundo durante siglos. Figura recurrente de las letras, personaje indiscutible de las artes, fuente de todo tipo de creaciones y acicate de seductoras historias, el personaje que un día creara el fraile Javier Téllez puso las bases de una leyenda capaz de crear, incluso, un sustantivo propio. El de un hombre capaz de derribar fronteras y adaptarse a las culturas para protagonizar mil historias sobre la quintaesencia del ser humano, el deseo. La Sociedad Estatal para la Conmemoración y el Instituto Cervantes han creado, junto con el Ayuntamiento de Sevilla, un programa sobre el mito de Don Juan que hasta 2009 reunirá en torno al personaje un sinfín de reflexiones.

Fue Tirso de Molina, seudónimo del religioso que primero dio forma al mito, el que, en 1630 de la mano de El burlador de Sevilla y convidado de piedra, hablara por primera vez de un galán implacable capaz de jugarse la vida en su afán de coleccionar conquistas. Desde los devaneos más sencillos de los primeros tiempos, a las complejas tramas emocionales que le imprimiera el gusto romántico, el personaje sigue siendo hoy el referente por antonomasia del seductor sin tregua al que también se refirieron Antonio de Zamora («No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague»), Molière (Don Juan, 1665); Samuel Richardson, con Lovelace en su novela Clarisa Harlowe; Lorenzo da Ponte, libretista de Mozart (Don Giovanni, 1787); Choderlos de Laclos, con su vizconde Valmont en Las amistades peligrosas, 1782), Lord Byron (Don Juan, 1824), José de Espronceda (El estudiante de Salamanca, 1840), José Zorrilla (Don Juan Tenorio, 1844), Azorín y, más recientemente, Max Frisch (Don Juan o el amor a la geometría, 1953) o Peter Handke (Don Juan. Contado por él mismo, 2006)

Un interés que todavía ha llamado la atención de pensadores como Ramón Pérez de Ayala, Ramiro de Maeztu, Américo Castro o José Ortega y Gasset y que para el profesor de la Universidad de Sevilla, Alberto González Troyano, autor de Don Juan, Fígaro y Carmen tiene su explicación en su fuerza. «Lo sorprendente es cómo ha podido perdurar y traspasar las fronteras. Todo porque el personaje tiene una carga enorme que se presta a la renovación continua». Muchos han sido quienes se han preguntado dónde radica la esencia del personaje. Para Lourdes Ortiz, autora de Don Juan el deseo y las mujeres, tiene que ver no sólo con la idea del seductor sino también con el desafío. «La imagen del seductor, de aquel que es capa de acumular conquistas y bajo la idea de que hay tiempo para todo es uno de los vectores del mito, sin embargo, no es el único ya que sería imposible definir al personaje sin el desafío, sin el reto que supone plantarle cara a la sociedad, al comendador, a la divinidad. Otros seductores, como Casanova, no llegan a tener esa fuerza», asegura.

Para González Troyano ese carácter de «burlador y seductor va cediendo conforme pasa el tiempo hasta que el segundo va poniéndose por encima del otro. Tiene que ver con que el papel de la mujer va cambiando, ya no sólo vale con que sea burlada, hay que convencerla. Así, mientras el libertinaje y el hedonismo van aumentando, conforme el personaje busca más el placer y se aproxima a una mayor sensualidad, las mujeres empiezan a participar en la conquista. Sabiendo de antemano quién es Don Juan, son ellas las que le buscan». En es este punto en el que, tal y como apunta el profesor, triunfa la visión romántica femenina de una mujer capa de enamorarle tal y como muestran Hoffmann o Byron y retoma Zorrilla.

«Con el tiempo Don Juan se hace más reflexivo, tiene más lenguaje, intenta convencer con la palabra y hace partícipes a las mujeres del amor y el placer», apunta el profesor.

Para Ortiz los cambios en el personaje tienen que ver con el momento histórico y la sociedad en la que están escritos. «Partiendo de que siempre es un galán español y de que la trama tiene lugar en Sevilla es cierto que las visiones de Molière o Mozart son más blasfemas, mas irreverentes en su desafío a la divinidad. Estamos hablando de autores que escribían en países donde era comprensible que la literatura presentara un personaje con cada vez mayor tendencia a la laicismo. En las visiones de Tirso y de Zorrilla la cosa cambia. En la primera termina pidiendo perdón, mientras que en la segunda se salvará por la intervención del amor de Doña Inés», asegura.

Don Juan del XXI

Coinciden los autores en que Don Juan, a pesar de tener un peso objetivo en el ideario cultural occidental, es un referente que no tiene su plasmación en la sociedad actual. Para González Troyano y a pesar de que la figura del Don Juan en la literatura sigue siendo una recurrente fuente de inspiración para el cine y su arquetipo todavía continúa inspirando a ciertos autores como Peter Handke, la fascinación por el mito ha pasado de la inspiración a la reflexión, teniendo «mucha fuera todo lo que tenga que ver con su estudio, con su investigación».

«No se puede hablar de donjuanes contemporáneos», apunta Ortiz, «En todo caso, tenemos ligones o simplemente, playboys. A pesar de que haya tipos que se aproximan, no tienen la misma naturaleza».

Con figuras como Carmen, Fígaro, El Barbero de Sevilla o Hércules entre las barajadas para próximas ediciones, la capital andaluza continúa con un apretado programa de actividades entre las que destaca el Don Juan en los ruedos de Salvador Távora y Don Juan en Sevilla, en el Teatro Lope de Vega, dirigido por Pedro Álvarez-Ossorio y protagonizado por Juan Diego. Junto al seminario que, inaugurado en marzo por José Saramago, durante todo el año se han sucedido conferencias universitarias y mesas redondas. En noviembre, además, la Fundación El Monte organizará el ciclo Don Juan en la historia del cine. Todo ello para demostrar que hay personajes que superan los límites del libro, las paredes del teatro para hablarnos de los sueños y miedos de toda la humanidad. De unos autores que desafiaron la moral de su tiempo gracias a un nombre, el de Don Juan.