Editorial

Precios inquietantes

El incremento en septiembre de tres décimas en el Índice de Precios al Consumo, un repunte que sitúa la tasa interanual en el 2,7% -la más elevada desde diciembre de 2006-, constituye un dato inquietante para la política económica del Gobierno y para las expectativas de las familias españolas, en un contexto condicionado por las incertidumbres que ha generado la crisis crediticia. La tendencia al alza responde a factores coyunturales, como el encarecimiento del vestido y del calzado vinculado al cambio estacional, pero sobre todo a un problema endémico de nuestra economía -la dependencia del petróleo- y, de manera singular, al apreciable aumento de la cesta de la compra.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La confirmación de que la mayor subida en los alimentos ha repercutido en la carne de ave, la leche, el pan y los huevos -productos básicos en el consumo doméstico- permite concluir que se han cumplido tanto las advertencias del Banco de España como del sector empresarial, que habían alertado del crecimiento de los precios por el efecto complementario de la producción de biocombustibles y la escasez de materias primas. La dificultad para contener a la inflación obligará presumiblemente al Ejecutivo a reforzar las compensaciones a los pensionistas y modificará las previsiones en la renovación de los convenios colectivos, al tiempo que puede afectar negativamente a la competitividad de las empresas en el exterior.

La capacidad de respuesta del Gobierno para hacer frente al encarecimiento de los cereales y de la leche se encuentra encorsetada por una Política Agraria Común que prevé cuotas y subvenciones a la reducción de cultivos hasta 2015. Una estrategia que está provocando situaciones contraproducentes -España ha visto limitada su producción láctea a seis toneladas anuales, cuando su consumo interno exige tres más-, y que ha tenido que readecuarse ya a los mercados levantando el barbecho imperativo. Pero es probable que las iniciativas puntuales no basten para frenar el alza en los precios, que podría requerir por parte de la Unión una revisión más profunda de la PAC aun incomodando las aspiraciones más proteccionistas de estados como Francia.

No obstante, los déficit de la estrategia europea no deberían llevar al Gobierno actual y a los que le precedieron a eludir su responsabilidad en el diseño de un modelo agrario que ha primado los recortes en la producción, desatendiendo los riesgos que podía conllevar el mismo en épocas como la actual, con cosechas insuficientes para las necesidades de una nueva demanda creada por la industria de los biocombustibles.

Junto a ello, cabe exigir al Ejecutivo que, en un momento en que los interrogantes empañan las expectativas sobre nuestro crecimiento económico, clarifique su discurso y contribuya a concienciar a la ciudadanía sobre la importancia que adquiere la contención de la inflación para el funcionamiento del conjunto del sistema.