DÚO. Alberto Contador y Óscar Pereiro posaron ayer para en un hotel de la ciudad de Valencia. / JOSÉ MARÍN
CICLISMO

Ídolos de un deporte herido

Contador y Pereiro, los dos últimos ganadores del Tour, lamentan la mala prensa del ciclismo y añoran al carismático y desaparecido equipo Kelme

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Valencia no es una tierra extraña para el campeón del Tour de Francia. Es como un comodín para Alberto Contador. El ciclista, joven, humilde, futuro esplendoroso, sale pitando de Madrid en cuanto aprieta el frío. Carga los trastos y se planta en tres horas en Gandia. Allí, aliado con el sol valenciano, se dedica a subir puertos como el Coll de Rates en unas condiciones más agradables.

El ganador del Tour se encuentra en la ciudad del Turia para participar en la Marcha Cicloturista y en el Criterium que organiza Javier Castellar con el CD Podium. Los aficionados podrán correr junto a él y al lado de otro español ganador del Tour, Óscar Pereiro. El gallego, coronado 13 meses después de aquel Tour, ya estuvo en la Marcha hace un año. En cuanto acabe cogerá un avión para llegar a tiempo a los fastos que le han preparado en su pueblo pontevedrés, en Mos, para celebrar el triunfo que no pudo festejar en los Campos Elíseos, donde llegó de amarillo Floyd Landis, rey destronado por dopaje.

Los dos campeones encuentran similitudes en sus éxitos. Alberto Contador se encontró con el jersey amarillo después de que el Rabobank obligase a su portador, Rasmussen, a retirarse simplemente por la sospechosa de que había burlado algún control antes del Tour.

«Han sido dos Tours sembrados de escándalos», especifica Contador, quien no termina de entender la carambola que le colocó como líder. «El caso de Rasmussen es atípico. Yo pienso que no debieron echarlo de la carrera. Si salió el primer día debió terminar. Pero las cosas vinieron así, pude defender el liderato en la contrarreloj y eso me dejó un gran sabor de boca».

Pereiro se apresura a introducir un matiz: «Las mías fueron circunstancias muy parecidas, pero Alberto (Contador) tuvo la suerte de disfrutar el último día en París. En cualquier caso yo voy a figurar para siempre al lado de él, Induráin, Delgado, Ocaña y Bahamontes».

Contador y Pereiro son los últimos reyes de un deporte tocado, profundamente estigmatizado por el dopaje. Su credibilidad está bajo mínimos. Ambos dan su versión a LA VOZ. El más veterano, Pereiro, 30 años, lamenta su mala prensa. «El ciclismo está mejor de lo que quieren pintar. No estamos bien, pero porque hay mucha gente que se encarga de que no esté bien y de vender mierda. El triunfo de Alberto (Contador) dura una semana y se acabó, pero un positivo de Iban Mayo sale en grande y deja en pequeño lo que logra Alberto. Son cosas que te joden y que duelen. Nadie vende nuestro sacrificio y nuestro trabajo».

El ciclista de Pinto, 24 años, que la próxima temporada correrá en el Astaná a las órdenes de Johan Bruynnel, el director de los ocho Tours, ensalza que en este deporte se persigue sin tregua a los tramposos. «El ciclismo es la cabeza de turco, está al frente de la lucha contra el dopaje. Pero se hace publicidad negativa. Es indudable que hay ciclistas que dan positivo, pero a los inocentes los convierten también en sospechosos».

La gente les demuestra a diario que el ciclismo no está muerto. En las carreras y en la calle. Ambos soportan su salto a la fama. «Yo lo llevo bastante bien -apunta Contador-, en ciertos sitios te sientes más cómodo, aunque en otros se hace bastante pesado. Pero es de agradecer que la gente quiera un autógrafo y una fotografía contigo». Pereiro no concibe una queja al respecto. «Te cambia la vida. Somos privilegiados y seríamos unos capullos si nos quejáramos de la gente».

La fama, de hecho, les reclama. Micrófonos y cámaras aguardan su momento. Se acaba la conversación. Aunque antes recuerdan al equipo de la tierra valenciana -Kelme- que después de muchos años siendo el decano del pelotón dejó de existir. «Era un equipo con mucho carisma, que gustaba mucho a la afición. Que desaparezca, y de la forma en que lo hizo, es triste», señala el ganador del último Tour. Su antecesor comparte la idea. «Da pena. Lo recuerdo ya en la infancia. Es una lástima cómo acabó, pero por circunstancias se quedó sin patrocinadores».