Rincón del cementerio inglés de Málaga
Rincón del cementerio inglés de Málaga - FRANCIS SILVA
DÍA DE DIFUNTOS

Ruta singular por los cementerios andaluces

Sobre ruinas romanas, entre los muros de un castillo, románticos, neoclásicos... así son los más singulares

SEVILLA Actualizado: Guardar
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desde el romanticismo caótico del camposanto granadino al pie de la Alhambra, a las cisternas romanas que sostienen al de Monturque, pasando por los muros medievales del castillo de Benadalid, en Málaga, hoy fortaleza de tumbas, o el pueblo de los muertos de Casabermeja, en Andalucía podría recorrerse hoy, día de los fieles difuntos, toda una ruta de cementerios singulares que a nadie dejaría indiferente.

La provincia de Málaga tendría varios puntos en esa ruta. Uno de los más reconocidos de España es el cementerio de Casabermeja. Es Monumento Nacional desde 1980. Los panteones, túmulos y pináculos descubren una pequeña ciudad para el descanso eterno con calles estrechas y cuidadas fachadas. Se trata de una joya arquitectónica única del siglo XVIII.

La localidad alberga también el principal cementerio judío de la provincia. Un camposanto que mantiene principalmente la creciente comunidad hebrea de Marbella.

San Miguel en la capital es una cita obligada para los nostálgicos de tiempos pasados. Los grandes nombres lucen en sus lápidas como vestigio de una extensa historia. Están las grandes familias que forjaron el poder económico de la ciudad. Félix Sáenz, Heredia, Larios o Loring. El apellido Picasso aflora sobre la piedra en los enterramientos de sus familiares, como los escritores Salvador Rueda, Arturo Reyes o Jane Bowles.

En la provincia de Jaén, en Linares, tanto el cementerio de San José como el inglés forman parte de la Asociación de Cementerios Significativos de Europa (ASCE), una red europea que incluye camposantos de relevancia patrimonial por su carácter histórico, artístico o etnográfico.

Las tumbas de los castillos

En la provincia malagueña también merece la pena visitar el cementerio de Benadalid, donde los restos de un castillo romano guardan a los fallecidos. El camposanto se conoce de forma popular como «las cuatro torres» y es lugar de enterramiento desde 1821. Antes fue una torre vigía para controlar a los viajeros desde Sevilla a Algeciras en la época romana o la residencia del Señorío del Conde de Feria en el Siglo XV. Por el contrario, Álora cuenta con un castillo árabe construido entre los siglos IX y X. Los orígenes de estos enterramientos amurallados son la Torre de la Vela y la Torre de Vigilancia, junto a un arco de herradura apuntado único en Occidente.

En los entornos del castillo está también el de Casares, que luce blanco, acorde con el color que predomina en el municipio. Blanco también es el de Sayalonga, conocido como «El redondo». Construido en el siglo XIX, los nichos están hechos en forma de bóveda y albergan leyendas masónicas en base a algunos símbolos que se encontrarían en su interior.

Lugares de enterramiento que están alumbrados por la mezcla cultural que se produce en la provincia. Fruto de esto está también el cementerio islámico de Fuengirola. Anclado en el centro de la Costa del Sol Occidental, da cobertura a la gran masa social musulmana que habita en la zona. Aunque el primer cementerio nacido de la mezcla de culturas fue el Cementerio Inglés de Málaga capital. En un principio, fue para enterrar a los protestantes de España en pleno barrio de La Malagueta, por iniciativa del cónsul británico en 1831. Pero su concepción como jardín botánico atrajo nombres ilustres como el poeta Jorge Guillén o el hispanista Gerald Brenan.

Si hay un cementerio con historia en su subsuelo es el municipal de San Rafael de Monturque, al suroeste de la provincia de Córdoba junto a la autovía A-45 a Málaga. A diferencia de la mayoría de los recintos pertenecientes a la Asociación de Cementerios Significativos Europeos, éste no tiene una gran amplitud ni creaciones funerarias de artistas de renombre. Su singuraridad proviene de unas cisternas romanas que otorgan al lugar una peculiaridad especial. Con motivo una epidemia, que acabó con muchos de los monturqueños en el siglo XIX, se hizo necesaria la ampliación del recinto funerario. Esta ampliación dejó al descubierto en 1885 las famosas cisternas romanas con aspecto de chimeneas que hacen que este camposanto tenga un aspecto tan fuera de lo común. De entre todo el conjunto, por sus dimensiones destaca la conocida como «La Gran Cisterna».

Neoclasicismo

Durante la ocupación napoleónica de España, las autoridades francesas decidieron la creación de cementerios públicos que pusieran fin a la costumbre de enterrar los cadáveres en las iglesias y aledaños. Así, se dicta un Decreto en Madrid firmado por José I Bonaparte el 4 de marzo de 1809 por el que se ordena la edificación de un cementerio en la capital de Córdoba. Las obras del recinto de estulo neoclásico finalizaron el 8 de junio de 1811. Costó 51.233 reales con 27 maravedises. Se construyó junto a la ermita de Nuestra Señora de la Salud (de la que toma su nombre), edificada en 1805. Ella da nombre a la Feria de Mayo de Córdoba y crea la singular paradoja de invocar a la salud en un lugar de descanso eterno. Incluso en un cartel a la entrada del camposanto.

Antigüedad romántica

El de San José de Granada es el segundo camposanto más antiguo de España. Fue creado en 1805 para poner fin a los enterramientos aleatorios a causa de la epidemia de gripe amarilla que asoló la ciudad en aquel momento. El camposanto, que es el segundo más antiguo de España, se situó a las afueras de la ciudad, en la Dehesa del Generalife, detrás de la Alhambra. Las arquitecturas de tres siglos (XIX, XX y XXI) comulgan en este espacio, declarado Bien de Interés Cultural, por su riqueza patrimonial.

Cada patio es una sorpresa, y hay más de veinte. La ausencia de un plan de desarrollo en las sucesivas ampliaciones acometidas en el cementerio de San José ha hecho de éste un lugar repleto de rincones insospechados. En el patio principal —el original— se encuentran los mausoleos de grandes nombres de la historia de Granada: Melchor Almagro, Ángel Ganivet, José María Rodríguez Acosta… Las tallas románticas de la entrada nada tienen que ver con las de nueva construcción que salpican el lugar y, sin embargo, conviven, fiel metáfora del lugar. Buen ejemplo es el Señor del Cementerio, una imagen de Cristo a la que muchos piden obras. «Es muy milagroso», asegura una visitante después de unos segundos en silencio con él. Tuvo que ser restaurado y protegido con una urna de cristal para evitar su deterioro por el pasamanos de los peregrinos.

De fondo, el rumor de agua. De pronto, el Jardín de los Alixares, que recibe su nombre del palacio nazarí del XIV del que apenas se conservan restos, pero que sin duda fue una construcción de relevancia y belleza, tal y como relatan las crónicas de la época. A sólo unos pasos, en un extremo, el cementerio se eleva al cielo desde su mirador con una vista única de Sierra Nevada, que se deshace en sus vegas hasta morir en Granada.

La ruta podría alargarse mucho más. Sólo el Cristo de las Mieles de Susillo o el monumento funerario de Mariano Benlliure, que corona la tumba de Joselito el Gallo, merecen una reposada visita al cementerio de San Fernando en Sevilla. Una parada más en un ruta en la que el arte y la historia trascienden sobre la muerte como una gran metáfora de lo efímero y lo imperecedero.

Con información de J.J. Madueño, F. J. Poyato, Leo Rama, Javier López y Sara Cantos

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