Una de cada cuatro menores víctimas de la violencia machista es andaluza

Año tras año, se ha incrementado el número de casos conocidos hasta alcanzar los 385

MÁLAGA Actualizado: Guardar
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La lacra del maltrato se está extendiendo con peligrosa rapidez entre las menores de edad y, por tercer año consecutivo, y a falta de actualizar el cierre del ejercicio estadístico, aumenta su número para alcanzar las 385 víctimas. Una tendencia alcista que se repite en todas las provincias de la comunidad, que acumula el 26,5 del total nacional.

Según se recoge en el boletín de noviembre sobre violencia de género publicado por el Ministerio de Sanidad Servicios Sociales e Igualdad, a falta de un mes para que concluyese 2015, se habían contabilizado 131 casos más de adolescentes víctimas de malos tratos que en todo el ejercicio anterior -253-. Este incremento se sitúa en 141 con respecto a 2013, en el que se registró un total de 244 casos.

Las estadísticas oficiales revelan que la mayoría de las menores maltratadas -que tienen entre 14 y 17 años- son españolas: 330 -el 85,7 por ciento- en los 11 primeros meses del año y 763 en los tres periodos de estudio, desmintiendo la creencia de que la violencia machista tiene mayor presencia entre la comunidad foránea.

En todas las provincias

Los datos, además, arrojan que esta problemática es especialmente incisiva en la comunidad andaluza, donde en 2015 se ha registra uno de cada cuatro víctimas que hay en el país. España computó más de 1.440 casos.

Sevilla, con 76, es la provincia que más casos de violencia machista en esta horquilla de edad. Le siguen Cádiz y Málaga, con 74 y 73, respectivamente; y muy por detrás, Almería -45- y Córdoba -39-.

Todas las provincias sin excepción, incrementan el número de casos con respecto a 2013. Destaca considerablemente la gaditana, con un aumento bianual de 30 casos conocidos. La cordobesa registra 28 más, frente a los 26 de la sevillana. Huelva es la que experimenta un crecimiento más moderado, pasando de 19 a 24.

Dentro de las 882 menores maltratadas en los tres últimos años, no hay ningún caso de riesgo alto o extremo, según la valoración policial, aunque sí 42 de grado medio. Quince de éstos se evaluaron entre enero y noviembre de este ejercicio, concentrándose en Cádiz -cuatro-, Córdoba -tres- y Granada -otros tres-. Sevilla, curiosamente, no cuenta con ninguno, a pesar de ser la provincia que mayor número de menores maltratadas contabiliza.

La macroencuesta realizada por el Gobierno central en 2015 recogía que el 21,1 por ciento de las jóvenes de 16 a 24 años residentes en España que han tenido pareja en alguna ocasión ha sufrido violencia de control de alguna pareja o expareja en los últimos 12 meses; frente a la media del 9,6 de las mujeres de cualquier edad que han tenido pareja en alguna ocasión

Este estudio, que se realiza cada cuatro años desde 1999, y cuyas conclusiones se pueden extrapolar a Andalucía, hace hincapié en que esta circunstancia tiene una mayor incidencia -25 por ciento- entre las jóvenes de 16 a 19 años. El porcentaje se sitúa en el 18,7 en el caso de las chicas que tenían pareja cuando se hizo la encuesta.

Pilar Menchón, psicóloga experta en violencia de género, quien a través de una autopsia psicológica fue capaz de demostrar un maltrato reiterado a una víctima mortal que nunca denunció, considera que este incremento de casos violencia machista contra adolescentes tiene muchos matices. «No creo que haya aumentado el número de jóvenes víctimas de malos tratos, lo que ocurre es que hemos empezado a contar, visibilizar y poner el recurso», explica a este periódico, que pone como ejemplo que «el Instituto Andaluz de la Mujer no atendía a menores de edad y ahora tiene un programa de atención específico, por lo que ya se “cuentan”».

¿Por qué estas adolescentes siguen aceptando roles secundarios habiendo más recursos e información? La respuesta a esta pregunta «no es fácil», manifiesta Menchón, que no duda en hablar de un «proceso muy complejo»: «Las conductas de abuso y control se van instaurando de manera muy sutil» y acaban «atrapando» a la adolescente.

La experiencia de su trabajo le llega a sostener que «se siguen repitiendo modelos patriarcales en las relaciones» y recuerda que en jornadas formativas con chicos sobre conductas de malos tratos «se sorprendían porque decían que ellos tenían esos comportamientos con sus parejas pero no sabían que eso era maltrato».

Distorsión de los sentimientos

Un estudio publicado por la sección de Málaga del Instituto Andaluz de Criminología profundiza en la esta percepción distorsionada que tienen los adolescentes. Realizado por la criminóloga Lorea Arenas, arroja conclusiones tan interesantes como que la mitad de los adolescentes asocian los celos a una prueba de amor o que los chicos consideran que son víctimas de conductas controladoras en mayor grado. Para la realización de este trabajo, la investigadora entrevistó a un total de 374 jóvenes con edades comprendidas entre los 12 y los 17 años que se hallaban escolarizados en cuatro centros malagueños, dos públicos, uno concertado y otro privado.

Arenas llegó a la conclusión de que «los chicos presentan mayores dificultades para desvincular los celos del ideario romántico del amor, concibiéndolos como parte del mismo». Un 51,4 por ciento de los adolescentes que participaron en el proyecto estaban de acuerdo -33,9- o muy de acuerdo -17,5- en afirmar que estos sentimientos son una prueba de cariño. Aunque más sorprendente se podría considerar que un 37,1 por ciento de las chicas compartan esta opinión.

El 19 por ciento de las entrevistadas señaló que su pareja «es muy celoso», mientras que un 10,3 de los chicos afirmó lo mismo de su novia.

El 5,1 por ciento de las encuestadas respondió que su pareja «me controla el móvil para ver mis llamadas», poniendo de relieve una variable de la que alerta Pilar Menchón: los «recursos virtuales». Los dispositivos electrónicos, afirma, consiguen «amplificar ese control y maximizarlo hasta el último segundo del día a día».

Para esta experta hay mucho que hacer en prevención, sobre todo de modo transversal -casa, colegio, calle, medios de comunicación...-, porque «aún fallamos».

«Es necesaria la formación de los profesionales en todos los ámbitos y, sobre todo, tener claro que esto no es un problema de mujeres, es un problema de hombres y mujeres», concluye.

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