ALERTA ALIMENTARIA

Benaoján, el pueblo que trata de olvidar la otra «epidemia»

Cuna de la chacina, el pueblo malagueño intenta remontar la crisis de la listeriosis que amenazó su economía en verano

Rotonda de acceso a Beonaján dedicada a la principal industria del municipio Francis Silva

J.J. Madueño

Un paquete de «chicharrones especiales» contaminado el pasado septiembre con listeria en un restaurante de Ronda abrió una profunda crisis en Benaoján, un pequeño pueblo de Málaga que alberga una tradición centenaria en la elaboración de chacinas . La Junta de Andalucía dictó un «estado de excepción» para este tipo de productos. Los problemas habían comenzado un mes antes en Sevilla, pero la hospitalización en Marbella de un paciente con listeriosis que había comido productos de una marca del municipio, causó la debacle al señalarlo en el mapa.

Como una «epidemia», la histeria se apoderó de los consumidores. Fue la última alerta sanitaria en Andalucía antes del coronavirus y aún se pagan sus consecuencias. En Benaoján se comenzaron a sumar pérdidas por la cancelación de pedidos a raíz del caso de «La montanera del sur». Los veterinarios entraron en la fábrica de Incarybe, revisaron los sistemas de limpieza, recogieron muestras y vieron la línea de producción de chicharrones cerradas. Finalmente, decretaron que podían abrir la producción, excepto de la carne mechada y los chicharrones.

El temporal provocado por la carne mechada contaminada de Magrudis sacudió a las empresas de este pueblo de unos 1.500 habitantes en dos núcleos diferenciados: el pueblo y la estación. Los peritos, tras las revisiones en Sevilla, achacaron una contaminación por listeria en sus productos de casi 150.000 veces superior a lo permitido. Las supuestas negligencias de Madrugis, ahora investigadas en el juzgado, fueron pagadas por un sector que temió la ruina por culpa de una bacteria.

Las pérdidas en los primeros días de la crisis sumaban ya un 20 por ciento

La precaución para no sumar pérdidas excesivas ya había paralizado la producción en algunas empresas de estos procesados. El problema se acentuó con el positivo anunciado por la Junta de Andalucía en «Sabores de Paterna» y llegó a ser casi mortal cuando el foco se centró en Benaoján por el contaminado en el hospital de Marbella. Con los primeros positivos en agosto las pérdidas en Benaoján se elevaron al 20 por ciento . Las dos principales, «Icarben» y «El cerdito andaluz» emitieron comunicados diciendo que los productos de esta zona de Málaga eran seguros, pero la psicosis por caer enfermo no dio tregua.

En solo diez días, algunas productoras tasaron en 200.000 euros las pérdidas. Las compañías tuvieron que modificar sus planes de producción, cancelaron la carne mechada y ese producto se vendió a menor coste como carne fresca congelada. Otras afrontaron despidos de trabajadores. Ni siquiera se vendían tortas de chicharrones esos días. Algunas cárnicas llegaron a tener 13.000 kilos de productos devueltos para su destrucción. Se dejó de comprar a los ganaderos, que pasaron de vender 40.000 cabezadas de lomo a los mataderos a no cargar ninguna en el camión.

El negocio no fluía en el peor de los momentos. La listeria era como una peste que impregnaba todos los estamentos económicos del pueblo en plena campaña de Navidad . Cuando las empresas debían contratar refuerzos para sacar adelante los pedidos, mandaban a los trabajadores a casa por la devolución de productos y la cancelación de pedidos. No se vendía ni un chorizo, menos un paquete de chicharrones.

Seis meses después de aquello nadie quiere hablar de «la listeria» . Se ha convertido en una especie de maldición innombrable. Ya no hablan ni siquiera para decir que los productos son seguros. «No vamos a decir nada, porque al final siempre salimos mal parados », afirman en una de las fábricas del municipio. «No voy a hacer declaraciones sobre este tema, porque las empresas no quieren que se les vuelva a asociar con la listeria», remarca Soraya García, alcaldesa de Benaoján.

Cuatro consejeros andaluces escenificaron el fin de la crisis en una de las fábricas de Benaoján Archivo

Es la tónica habitual. Los vecinos piden que no se vuelva a despertar la crisis, mientras las compañías se niegan a hacer visitas a sus cadenas montaje o a hablar de lo que ocurrió meses atrás. Nadie quiere recordar los días más negros de un tranquilo pueblo rodeado de naturaleza que vio peligrar su base económica por una crisis sanitaria .

Medio año después, aún se pagan las consecuencias de aquella vorágine negativa en la que se recomendaba no comer los productos que sostienen la economía del pueblo. El golpe fue tan fuerte que hasta la Junta eligió una de las productoras del pueblo para escenificar el final de la crisis sanitaria. Hasta Icarben, el mayor matadero de este pueblo de la Serranía de Ronda, se fueron cuatro consejeros para, a lo Fraga en Palomares, comer carne mechada y decir al mundo que los productos fabricados allí eran totalmente seguros.

Antes habían extremado las precauciones, como reconocen en las productoras consultadas. Los controles antes eran anuales y ahora se hacen cada tres meses. Muchas empresas han cerrado líneas de producción, otras han abierto marcas nuevas en otros municipios y se han aplicado protocolos internos de limpieza aún más exhaustivos. Y es que la listeria dejó muchas noches en vela, tras las que ya se empieza a ver una sabrosa y segura luz .

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