El Norte del Sur

El camino de la soledad

Hasta Juncal se nos dio a la mística en las Ermitas, el nuevo BIC

El alcalde y el delegado del Gobierno, en las ermitas ABC
Rafael Aguilar

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Hasta Juncal , el torero fracasado y mujeriego, cojo y mentiroso, echa mano de San Juan de la Cruz en el Balcón del Mundo de la sierra de Córdoba. O sea que los truhanes también sienten alguna vez que les ha llegado el momento de atravesar la incierta, espinosa y delicada al tiempo senda de la noche oscura.«Estoy solo y perdido. Tengo miedo de hacerme viejo así. A mí no me quiere nadie, nada más que un limpiabotas», le confiesa un inmenso Paco Rabal en la serie de TVE a Fernando Fernán Gómez, el padre Camprecios, a la vera del Sagrado Corazón de Jesús.

El sacerdote, que conoce de sobra y teme lo suyo, que es mucho, al elemento corniveleto y de cuidado que tiene delante, le aconseja que se mire al espejo, que pare en su vida de engaños y fabulaciones sobre la Puerta del Príncipe de la Maestranza que nunca abrió, que deje de citar a Manolete como si fuera, o hubiera sido, un filósofo y no un matador del toros, y con otras palabras, que se atreva por fin a andar por «el camino de la soledad y la desnudez» que describe el místico de ‘Cántico espiritual’.

El alcalde se nos puso ‘casual’ el pasado sábado y subió a Las Ermitas con el delegado del Gobierno, que iba en bermudas, para felicitar a Juanma Fernández y a los suyos por la noticia de que la Junta de Andalucía ha iniciado los trámites para que el lugar de recogimiento que custodian los carmelitas descalzos alcance el título de Bien de Interés Cultural.

Con sus catorce casitas blancas como palomas que canta la copla, el Desierto de Nuestra Señora de Belén luce como luce en gran parte gracias a la tenacidad de su Asociación de Amigos, que hasta ha conseguido que las generaciones más jóvenes se interesen por su cuidado a través de su vigorosa Juventud Protectora.

En un momento dado de la conversación, Juncal le pide un cigarro al cura que le escucha y que le riñe, y el hombre de Dios se lo acerca y le señala hacía abajo, hacia la ciudad que se adivina entre la neblina del mediodía, como diciéndole que se aplique el cuento y que no sea malo, como acostumbra, cuando deje la morada ermitaña y teresiana. En resumen: que se cuide de los hombres y de las mujeres, del género humano al que el torero llama « invento maligno » con una retranca sabia.

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