Contramiradas

Padre Ángel: «Volveremos a abrazarnos más fuerte»

Allí donde crece el desastre, también crece la solidaridad. Lo ha demostrado este cura de barrio, que ha liderado un colosal plan de ayuda en los días más críticos del virus

El Padre Ángel en su parroquia Álvaro Carmona

En los días del naufragio, convirtió su parroquia en un bote salvavidas. A su iglesia del Parque Figueroa se agarraron casi 200 familias que perdieron sus ingresos en medio del huracán del confinamiento. Abril, mayo y junio fueron meses infernales. Y este sacerdote de 41 años de edad organizó todo un equipo de salvamento, construido sobre la solidaridad de un barrio trabajador, que entregó hasta la última gota de su generosidad. Nos recibe en una pequeña habitación colateral a la nave principal del templo. Se sienta en una silla con el alzacuellos desabrochado y encadena un cigarro Fortuna detrás de otro mientras derrocha toneladas de simpatía y vitalidad.

¿Lo del coronavirus ha sido una plaga bíblica?

No soy profeta ni hijo de profeta. No lo sé.

Ángel Roldán nació en Montoro en 1979 y a los 13 años sintió la «llamada de Dios». Era monaguillo y su aspiración era ser como su cura. Ingresó en el seminario menor de Sansueña, en régimen de internado, y cuando cumplió los 18 años accedió al seminario mayor de San Pelagio . Se ordenó en 2004 y su primer destino fue La Carlota. Poco después fue nombrado rector del seminario menor durante siete años, antes de trasladarse a Madrid para realizar un máster en Teología de la Catequesis .

Es párroco del Parque Figueroa desde hace cinco años, un «barrio obrero, sencillo y muy familiar», según sus propias palabras. Sus dominios espirituales alcanzan a un censo de unas 10.000 personas, aunque son unas 400 las que entran por la puerta de la iglesia de forma habitual. «No es mucho, pero no me quejo», razona con naturalidad.

¿Cuando crece la pandemia, crece la solidaridad?

Sí. Al mil por cien. Te encuentras a personas que cobran 400 euros y te dan 30 cada vez que te ven por la calle. Y otras que vienen con el carro de la compra del supermercado a dejar comida para alguna familia. O jóvenes que se ofrecen a llevar alimentos a personas mayores que no pueden salir de casa. Son gestos de generosidad muy edificantes. Familias que han dado todo.

¿Qué ha aprendido el Padre Ángel de la catástrofe del confinamiento?

Que, como dice la Biblia , hay más alegría en dar que en recibir. Me quedo con el bien que muchas personas han hecho en este momento de pandemia . Muchas manos colaborando, muchas llamadas animando, muchos religiosos rezando, muchos cristianos ofreciendo todo desde sus casas. Me quedo con el bien, porque si hablamos del mal es para echarse a llorar.

¿Tenemos razones para creer en el ser humano?

Sí. El ser humano es bueno por naturaleza.

Es usted roussoniano [por el filósofo Jean Jacques Rousseau].

[Se ríe abiertamente] Es bueno por naturaleza porque lo ha hecho Dios a su imagen y semejanza. Por tanto, es bueno. Luego, con el pecado, ya se nos va la cabeza.

No comulga entonces con el filósofo Hobbes, que decía que «el hombre es un lobo para el hombre».

Cuando está sin Dios , esa frase es verdad.

¿Qué es estar sin Dios?

Vivir como si Dios no existiera.

¿Quienes viven como si Dios no existiera no pueden ser buenos?

Dios siempre ennoblece al hombre . Y lo supera. Como decía San Juan Bosco, «un buen cristiano es el mejor ciudadano».

En situaciones normales, la parroquia del Parque Figueroa atiende las necesidades de una treintena de familias vulnerables. Pero todo cambió en cuestión de semanas durante la crisis sanitaria que arrolló al planeta hace apenas seis meses. A mediados de marzo, el Gobierno decretó el confinamiento en todo el territorio nacional. Ese mes las familias aguantaron razonablemente bien gracias a los ahorros. Pero en abril, la situación empezó a saltar por los aires. Y el Padre Ángel fue de los primeros en detectarlo. «Comenzaron a venir familias para pedir ayuda. Limpiadoras, cocineros, herreros, fontaneros. Mucha gente que no estaba dada de alta en la Seguridad Social y no tenía acceso a las ayudas públicas», describe el sacerdote.

En los momentos álgidos, la parroquia llegó a dar respuesta a 190 familias, aunque fueron unas 130 las que dependían directamente de la asistencia humanitaria durante los cuatro meses más críticos. Hoy el número se ha reducido levemente a un centenar, más del triple de la cobertura que se prestaba antes de la pandemia. Cada una de estas familias, han recibido apoyo regular en alimentación, higiene y limpieza. Cada tres semanas, la parroquia ha entregado comida por valor de 13.000 euros, según datos facilitados por el Padre Ángel . Y no ha sido la única labor que el sacerdote ha ejercido en esta situación de emergencia. También ha negociado con los propietarios de algunas viviendas para lograr un aplazamiento en el pago de los alquileres de los casos más dramáticos. Pero ojo. «No es un tema fácil. Hay propietarios que también vivían de arrendar sus pisos», puntualiza.

¿A qué huele la segunda oleada?

Aquí en la parroquia no hay por ahora una nueva oleada de familias. Se mantienen las cien que venían recientemente.

¿Se hizo cura por esto?

Te haces cura por amor a Dios y a Cristo . Y entiendes que ayudar a las almas es hacer lo que tienes que hacer. Podía haber estado de capellán en una cárcel, de confesor de unas monjas o de director de un colegio.

Y usted prefiere esto.

Sí. Porque entiendo que estoy donde Dios quiere que esté . Por tanto, siempre voy a estar en el mejor lugar del mundo.

O sea, usted no toma las decisiones.

[Se vuelve a reír] Bueno, las decisiones son consultadas.

¿Cáritas llega donde no llega el Estado?

Totalmente. Cuando llegó este problema, el Ayuntamiento hizo muy bien. Pero actuó de coordinación, sobre todo. Ha sido Cáritas quien ha llegado a todos los rincones, incluso en nombre del Ayuntamiento, que me llamaba directamente a mí. Y nosotros, muy gustosos, nos hemos puesto en contacto con la familia a la que tienes que ayudar. Cáritas llega a todas las parroquias, a todas las aldeítas, a todas las periferias de los barrios más pobres.

En la pandemia, ¿la amenaza siempre viene del otro?

Físicamente sí, pero espiritualmente hay mucha cercanía. Es la enfermedad del miedo, que impera ahora en todos los ámbitos.

¿Volveremos a abrazarnos?

Sí. Y más fuerte.

¿Solo de botellones vive hoy la juventud?

El botellón es una parte mínima de la juventud . Porque la juventud es buena por naturaleza. Todos hemos sido jóvenes.

Y usted ha hecho botellón.

Claro. Todos los jóvenes lo hacíamos.

¿Cuál es su receta para combatir el individualismo?

El amor , que es buscar el bien del otro. Como Cristo , que murió por buscar nuestro bien.

Y vivimos en la era de la competitividad.

En la era de quién puede contra quién y a costa de todo, que es cuando se pierde la dignidad y podemos llegar a ser un lobo para el hombre.

¿Le tientan las redes sociales?

No tengo Facebook, ni Whatsapp, ni Twitter . Si me quieres comentar algo, lo hablamos. Cuando he tenido Whatsapp antes, me ha impedido enriquecerme de muchas relaciones personales.

¿Jesucristo pescaría hoy almas en Twitter?

Sí, como lo hace el Papa.

¿Y a qué mercaderes echaría del templo?

Él echaba a fariseos y a hipócritas. Los mercaderes se enriquecían en el templo y, claro, hoy no sé quien se enriquece en el templo.

¿Qué milagro necesita el mundo?

Sin sentimentalismo ni romanticismo, el amor . Es lo propio del ser humano y lo que lo hace grande.

¿Ángel Roldán ha dudado?

En la fe, nunca. Y en el sacerdocio, menos todavía.

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