POESÍA

En la muerte de Pablo García Baena: Cántico, el manantial joven de Córdoba

El fallecido vio en la revista que fundó con otros creadores «una clara voz independiente»

García Baena, rodeado de amigos y poetas junto a la Catedral en la década de los 50 del siglo pasado ABC

RAFAEL A. AGUILAR

«ANTES de Cántico ya vivían en Córdoba o en la provincia los poetas de Cántico. Con su diverso mundo interior, con sus distintos secretos amargos, con el manantial joven de su poesía, que ya empezaba a ahogarles». Pablo García Baena inicia así la descripción del grupo poético que él fundó junto a Ricardo Molina, Juan Bernier, Julio Aumente y Mario López en uno de los textos explicativos del libro «Hojas para la poesía de Córdoba. 1947-1957» editado en 2007 por la Diputación de Córdoba, la Junta de Andalucía y la Fundación Cajasur.

La prosa precisa, clara y en la que nada sobra ni nada falta del autor fallecido este domingo se recrea en los orígenes del grupo del que ha sido su principal voz: «Eran los años de la posguerra, y Córdoba, alta en su mármol indiferente, no era precisamente una ciudad para poetas, sobre todo para poetas que no tenían ni sentían ningún respeto por Grilo o por Blanco Belmonte». Y añade: «Pero este común horizonte cordobés de cal y cipreses, de campanadas vesperales y piedras palpitantes, de naranjal y de río, es lo que haría compañía ya para siempre, lo que les va a dar a todos una unidad diferente y armoniosa, una coincidencia de nacimientos capaz de crear una denominación de origen, que sería lo que luego se llamaría ‘Escuela cordobesa’».

El poeta fallecido, a la izquierda, con unos amigos en la taberna del Pisto-ABC

Y por qué la elección del nombre de Cántico y no de otro. La pregunta la responde el profesor Felipe Muriel, que está a cargo de la edición de la antología poética del autor desaparecido editada por la colección Letras Hispánicas de Cátedra en 2015. «Tras barajar varios nombres —entre ellos Júbilo, Almena, Arcángel, Adarve— se inclinaron por Cántico y en la elección pesó el hecho de que se trataba de una palabra de gran tradición literaria que reflejaba su propósito antes que los ecos sanjuanistas del Cántico espiritual o guillenianos de Cántico». Este especialista está convencido de que la revista nacía «en aquel momento tan atroz con la necesidad de cantar la vida, la belleza frente al grito desgarrado del tremendismo y la poesía de cartón piedra de los poetas garcilasistas».

Vicente Aleixandre felicitó a los craadores de Cántico con una «Carta a los fundadores»

Uno de los creadores que saludó a la publicación con más efusividad fue Vicente Aleixandre, que en el número 3, que vio la luz en febrero de 1948, escribió una «Carta a la fundadores» que decía lo siguiente: «En nuestra vida literaria, si es que existe, la aparición de una joven revista andaluza llena de coherencia, que se abre revelando a un definido grupo de poetas, con sazón, en su ámbito peculiar, es un suceso no del todo usual que a mí me parece justo registrar, subrayar de algún modo». El propio Aleixandre inaugura la segunda época de la publicación con un poema titulado «El hombre y el niño». Tal y como apunta Felipe Muriel, otros autores de renombre que respaldan a Cántico son «Jorge Guillén y Gerardo Diego, que participan con sendos poemas en los números 2 y 5».Luis Cernunda, a quien Cántico le dedicó dos números estando en el exilio, también elogio su trabajo.

De Villena: «Les unían los mismos gustos: como esteticismo barroco, el arte sacro y la belleza sensual»

En la década que la revista estuvo en la calle —sacaron trece números— los autores mantuvieron, a juicio de Luis Antonio de Villena, «los mismos gustos que les unían, como eran el esteticismo barroco en la literatura, el arte sacro, la belleza sensual, la poesía de Juan Ramón, la lírica francesa simbolista y, en general, todo arte que una en sí exaltación sensualista de vivir, lujo y melancolía». Para cerrar el retablo de impresiones acerca del círculo poético cordobés que se extingue con la muerte de Pablo García Baena hay que citar a Guillermo Carnero, a quien el propio finado llamaba el «Doctor en Cántico», y que aseguraba en los primeros tiempos del grupo que «es admirable que la llama de los jóvenes que fundaron Cántico supieran nadar por el agua fría de Garcilaso, de Espadaña, del existencialismo impostado y del mesianismo político que ya empezaba a despuntar».

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