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Pues no era tan malo el turismo

Sin turistas, resulto irónico pensar que se les iba a cobrar una tasa

La calle Deanes de la Judería de Córdoba, siempre bulliciosa, con un aspecto desértico Roldán Serrano
Juan José Primo Jurado

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El pasado domingo, nuestro compañero Rafael Aguilar publicaba en estas páginas un fantástico reportaje sobre el desierto en que se ha convertido el casco histórico entorno a la Mezquita-Catedral . Levantado el confinamiento tras la pandemia, numerosos negocios de restauración, hoteles, ocio y souvenirs, permanecen sin embargo cerrados, acosados por la falta de clientela, las reglas de la «nueva normalidad», los ERTE y la ausencia de turismo , testificada en la drástica caída de visitantes a nuestro primer monumento.

Unos pocos negocios sí han abierto, apremiados por el inmisericorde pago de alquileres y guiados por la valentía y necesidad de sus propietarios. Tras todas estas historias laten dramas protagonizados en su mayoría por autónomos cordobeses que tienen en estos negocios su modo de vida y el sustento de sus familias. Y ya es mala suerte, porque se habían superado hace años los problemas de seguridad que tenía la zona y los cordobeses habían «redescubierto» la Judería y el barrio de la Catedral , conviviendo con los turistas.

Muchos quizás valoren, ahora que falta, la importancia del turismo para una ciudad como Córdoba. Por las calles solitarias y tristes, cuelgan de algunos balcones aún banderolas con el lema «Derecho al descanso», protestando por la presencia de turistas y actividades en la calle. Siempre me cayeron mal aquellas protestas, no porque el derecho al descanso sea más que legítimo, sino porque camuflaban el egoísmo de quienes pretendían vivir en el cogollo de la ciudad y no soportar las mínimas molestias de un turismo despreciado ideológicamente como fruto de una «sociedad capitalista».

Ahora que faltan turistas, provoca una mueca de ironía recordar que, hace poco más de un año, la izquierda local gobernante en Córdoba exigía cobrar un impuesto especial a los visitantes . Un desprecio al turismo y al negocio que genera, liderado ahora desde el Gobierno de España. Alberto Garzón, quien dejara a IU con solo un diputado en la Cortes, pero que por las cosas de la política ha terminado de ministro de Consumo, hace un mes etiquetó al turismo en nuestro país de «estacional, precario y de bajo valor añadido». A lo mejor en sus delirios sueña con la estatalización de hoteles y bares y una paguita igual para todos los trabajadores. Cabría recordarle que eso ya lo inventaron en la URSS y sus países satélites y como que no salió demasiado bien.

Hay signos de esperanza, no obstante. Los cordobeses, a pesar de sus miedos e incertidumbres tras las mascarillas, pueblan por las noches de verano las terrazas de la Ribera; el turismo poquito a poco va aumentando en número ; la OMS considera a Córdoba una ciudad segura en las medidas tomadas contra la Covid-19; el espectáculo nocturno «El alma de Córdoba» acaba de reabrir en la Mezquita-Catedral; y Santos, el clásico bar que tiene por prolongación de la taberna un muro bajo de la fachada de la Catedral, ha reabierto esta semana. Por cierto, me supo a gloria la tapita de tortilla y la cerveza que me tomé anoche allí.

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