Política

¿Qué son las «inversiones financieramente sostenibles» de Córdoba?

Las IFS permiten a las corporaciones locales gastar una parte del superávit de años anteriores

Alba Doblas atiende a los medios momentos antes del Pleno de ayer que aprobó las IFS Roldán Serrano

Rafael Verdú

Las «inversiones financieramente sostenibles» (IFS) son complicadas hasta en el nombre: un sustantivo, un adverbio y un adjetivo (es más sencillo emplear sus siglas, IFS) que sostienen un artificio legal para permitir a los ayuntamientos gastar una parte de su dinero. Pero no en lo que quieran, sino en lo que consienta el Ministerio Hacienda . Cuando se anuncian, cosa que en el caso de Córdoba ocurrió el pasado 19 de julio, parece que salen de la nada, y suelen servir para propiciar titulares en prensa tan grandes como el dinero que prometen. Este año, la teniente de alcalde de Hacienda, Alba Doblas (IU) , presentó un plan que contempla 18,8 millones de euros que se acaba de aprobar en el Pleno con un informe de Intervención que cuestiona todos y cada uno de los proyectos. La cuestión es: ¿de dónde sale todo ese dinero?

Cuando los ayuntamientos diseñan sus presupuestos anuales , hacen que los gastos y los ingresos cuadren prácticamente al céntimo. Se trata de no gastar más de lo que se tiene, o mejor dicho de lo que se espera tener, ya que los presupuestos no dejan de ser una estimación tanto en lo que entra como en lo que sale. Esas cuentas son perfectas sobre el papel; en la práctica, casi todos los ayuntamientos españoles, incluido el de Córdoba, gastan desde hace años mucho menos de lo que ingresan , por diversos motivos que cada cual pondera como más le conviene. Durante la crisis las corporaciones locales se ajustaron el cinturón (bien es cierto que obligados por el Estado) y han sido los principales responsables de que el déficit nacional no se dispare hasta niveles que harían temblar a Europa, siempre reacia a abrir la mano en todo lo que tenga que ver con el gasto. Así, el superávit de los ayuntamientos enjuga el déficit del Estado y las comunidades , que gastan sin pudor por encima de sus posibilidades.

El Ayuntamiento de Córdoba dispone ahora mismo, según los datos oficiales, de 120 millones de euros sin tocar en sus cuentas bancarias, procedentes de años de superávit acumulado. Pues bien, las IFS permiten hacer uso de una parte de ese dinero, pero con unas condiciones impuestas por Hacienda para impedir que los ayuntamientos gasten con demasiada alegría y vuelvan a la ominosa senda del déficit. Quizás el requisito más destacable sea el que indica el adjetivo: «sostenibles», lo que quiere decir que esas inversiones no pueden generar más gasto anual del que ya hay. No sirven, por ejemplo, para contratar directamente a más personal. En esencia, son inversiones para hacer de una sola tacada, y el gasto no puede distribuirse a lo largo de varios años. Deben verse como una segunda oportunidad para gastar lo que no se pudo, por los motivos que sean, en años anteriores.

Y ya no hay más oportunidades. Si un ayuntamiento es incapaz de ejecutar sus IFS en el año que toca, ese dinero tiene que dedicarse obligatoriamente a pagar préstamos. Por extraño que parezca, los ayuntamientos siempre tienen préstamos pendientes , y los solicitan año tras otro, pese a tener sus cuentas bancarias llenas de dinero. Es un misterio difícil de explicar a la ciudadanía.

La generación del superávit

Cuestión aparte es cómo se genera el superávit , y aquí es donde surgen las diferencias entre partidos. Una de las formas básicas es a través de las bajas en las adjudicaciones de proyectos, algo muy común. También puede producirse mediante el ahorro en contratos de suministros , como electricidad o comunicaciones. Pero la mayor parte del superávit se genera por no haber ejecutado en el año correspondiente las inversiones previstas, y en esto el Ayuntamiento de Córdoba es uno de los campeones de España entre las grandes ciudades. Los propios organismos de control del Ayuntamiento establecen que, en los seis primeros meses del año, sólo se ha ejecutado el 17 por ciento de las inversiones previstas en los Presupuestos de este año. A ese ritmo de gasto, es lógico que el Consistorio cordobés acumule cantidades estratosféricas de dinero público en sus cuentas. El problema lo reconocen no sólo los organismos oficiales como la Intervención General (muy dura en su informe sobre las IFS de este año) o el Órgano de Planificación Económico y Presupuestaria ( OPEP ), sino también los miembros del equipo de gobierno. Hasta Pedro García (IU) lo dice: « No es bueno que haya un nivel presupuestario b ajo. Hacemos autocrítica». Esas palabras son de enero de este año, cuando ya se sabía la ejecución de los presupuestos del año pasado.

Para la oposición, el elevado superávit del Ayuntamiento de Córdoba se debe básicamente a la incapacidad del equipo de gobierno para manejar los ritmos de la burocracia, o dicho de otro modo, una «manifiesta incompetencia» . Un dato parece refrendar esa idea: los informes para las IFS de este año fueron entregados a la Intervención con tanta premura que obligaron a los funcionarios del área a trabajar en fin de semana y suprimir días de descanso y vacaciones para tener su informe, obligatorio pero no preceptivo, listo a tiempo. Los concejales no han tenido ni eso: algunos grupos recibieron los papeles apenas unas horas antes de que empezara el Pleno que debía aprobarlos.

Del otro lado, el equipo de gobierno justifica el elevado superávit con dos razones básicas. Primera, la falta de personal municipal en las áreas que gestionan los expedientes. Y segunda, los trámites burocráticos en sí , demasiado complejos para solventarlos en plazos razonables. Ninguna de esas razones es exclusiva de Córdoba. Todos los ayuntamientos deben lidiar con situaciones similiares, pero Córdoba exhibe unas cuentas bancarias obscenas para una ciudad con terribles problemas de desempleo y de atención social. Para Alba Doblas, los procedimientos burocráticos están diseñados para que el superávit, o al menos una buena parte, termine en manos de los bancos , gracias a un malévolo plan diseñado por el anterior ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. ¿Cómo? Poniendo tantas trabas a la «segunda oportunidad» de gasto (las IFS) que no quede más remedio que gastarlo en la tercera vía ( la supresión de deuda ), aunque para ello haya que recurrir un préstamo mientras los depósitos bancarios rebosan de millones. Como Abundio, que vendió sus zapatos para comprarse unos cordones, salvo que aquél no tenía una zapatería.

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