Sebastián de Belalcázar

Un grupo de indígenas derriba una estatua en Colombia del conquistador cordobés Sebastián de Belalcázar

El militar fundó la ciudad moderna de Popayán; los nativos Misak lo consideran un racista y genocida 500 años después

La estatua derribada en Popayán, Colombia EFE/ Elkin Rojas

Rafael Verdú

La furia contra los símbolos coloniales en América sigue su escalada. Si en EEUU los intereses políticos alientan desde hace tiempo los ataques contra Colón o fray Junípero Serra , más al sur son los indígenas quienes se apuntan a la moda iconoclasta . Derribar estatuas es fácil, no cuesta dinero y regala el minuto de gloria en televisiones y redes sociales. Más aún si se hace con la pasividad, cuando no connivencia, de la policía.

Así ocurrió la pasada madrugada en Popayán , una recóndita localidad en el distrito colombiano del Cauca con una población idéntica a la Córdoba actual (unas 320.000 almas). Una media docena de indígenas derribó la estatua del conquistador cordobés Sebastián de Belalcázar , nacido en la localidad de la que tomó su apellido a finales del siglo XV, cuando el municipio aún pertenecía a Extremadura. Lo hicieron en presencia de un grupo de agentes de la Policía, que no intervinieron para impedir la agresión a la estatua ecuestre, tal como puede verse en los vídeos que ya han circulado por televisiones y redes sociales .

Los indígenas pertenecen a la etnia Misak , que se sienten agredidos por el símbolo al considerar que Sebastián de Belalcázar y otros conquistadores españoles eran racistas. «De Belalcázar fue un genocida que masacró a los pueblos que conquistó. Mi respeto a los Misak que hoy reivindican sus muertos. Al suelo un símbolo de 500 años de esclavitud», afirmó la presidenta del Movimiento Alternativo Indígena y Social (Mais), Martha Peralta, en Twitter.

La presencia simbólica de Belalcázar en Popayán no es casual. El militar español fue el fundador de la ciudad hispánica en 1537, hace casi 500 años, aunque ya existía una población nativa anterior de la que apenas quedan restos arqueológicos. El cordobés también fundó ciudades modernas que hoy son grandes urbes, como Quito en Ecuador o Cali también en Colombia. Incluso la capital colombiana se debe a este aventurero que partió del norte de las tierras cordobesas hace cinco siglos.

La estatua de Belalcázar se colocó en 1937, justo cuando se cumplió el 400 aniversario de la fundación de la ciudad moderna. Fue realizada por el artista español Victorio Macho , quien también esculpió en la misma época otra talla del conquistador cordobés en la cercana ciudad de Cali. Que se sepa, el monumento caleño sigue -todavía- en su sitio.

Recreación del Morro del Tulcán con el cacique Payán publicada en Facebook ABC

En Popayán las autoridades de la época decidieron colocar el bronce en la cúspide de un cerro llamado Morro del Tulcán . No es una colina natural, sino los restos colmatados de una pirámida invertida precolombina que demuestra la existencia de un asentamiento previo. Ya hay quien ha pedido cambiar la estatua de Sebastián de Belalcázar por la del líder Payán, jefe de la tribu precolombina de los pubenenses de la que se consideran descendientes directos los misak. O sea, quitar a un conquistador para poner un cacique -vocablo arahuaca que en su origen no tenía las connotaciones peyorativas de hoy en día-.

El alcalde de Popayán, Juan Carlos López Castrillón (en el centro con chaleco gris), posa ayer en el pedestal vacío y cubierto con la bandera de la ciudad Facebook

La acción reivindicativa de los misak ha tenido una enorme repercusión mediática y en redes sociales de Colombia. Los perfiles oficiales de la alcaldía de Popayán y del expresidente del país Álvaro Uribe , ambos defendiendo la restauración del monumento, acumulan miles de reacciones y cientos de comentarios con posiciones enfrentadas. Uribe dijo en Twitter que «seguramente las autoridades y la ciudadanía que clama restablecerán a su sitio la estatua de Belalcázar en Popayán. Lo deseable». El regidor de la ciudad y su corporación se fotografiaron en el pedestal ya vacío de la estatua y divulgaron la imagen en Facebook alegando que «Popayán somos todos, rechazamos cualquier acto de violencia». El actual mandatario colombiano, Iván Duque , está en otras cosas.

El derribo de la estatua de Belalcázar no ha sido fruto de una reacción espontánea. Los indígenas misak lo anunciaron hace meses y hasta lo pusieron negro sobre blanco en una pantomima de resolución judicial . Los «hijos del agua» -traducción del vocablo «misak» por su procedencia del Pacífico- se erigieron en fiscales, miembros del jurado, jueces, testigos e investigadores. Y en el mismo escrito de calificación ya venía la condena.

La lista de cargos contra Belalcázar , según los misak, es enorme y van desde el genocidio y la esclavitud hasta algo llamado «desarmonización espiritual», lo que quiera que signifique ese delito. Sus eximentes, ninguna. Tampoco hace falta ningún juicio ni abogados defensores porque todo eso está ya probado, dicen los indígenas, gracias a «las crónicas y relatos historiográficos» que están mayormente escritos en español; y por los registros orales que los misak aseguran que perviven fidedignos casi 500 años después.

A Sebastián de Belalcázar el consejo tribal lo condenó a «reescribir en la historia universal como genocida de los pueblos que hacían parte de la confederación del Valle de Pubenza» (sic), así como a destruir la mencionada estatua para sustituirla por deidades y caciques. Los representantes indígenas firmaron el auto el 25 de junio del calendario gregoriano, también dicho «verano largo del calendario cósmico misak» en la lengua local. Que no es otra que el español.

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