Pretérito imperfecto

Que llueva café en el campo

Hoy se manifiestan en Madrid miles y miles de agricultores porque ya no pueden más. Están hartos y con ganas de jarana

Caravana de agricultores en una protesta en Asturias por la insostenibilidad de los costes de producción EFE
Francisco Poyato

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La resiliencia del campo está a prueba de bombas. Como la paciencia, a punto de estallar en una tormenta, de verdad, perfecta. Hoy se manifiestan en Madrid miles y miles de agricultores porque ya no pueden más. Están hasta el último pelo y con ganas de jarana porque parece que nadie les escucha lo suficiente desde la lejana ‘euroburocracia’ o la cínica burbuja de Moncloa . Gentes sabias y tozudas, con sentido común, que dieron de comer no hace mucho a todo un país encerrado en casa por la pandemia. Que sobrevive en el alambre, a pérdidas y disgustos; sin relevo generacional suficiente, pero con un aguante descomunal que se levanta cada mañana mirando al cielo, suspirando y abriendo surcos para sembrar ilusión en el barbecho del pesimismo más absoluto . En una cadena de distribución pírrica, donde la naranja cuesta producirla más que la ganancia que obtiene al venderla para que el valor añadido se multiplique exponencialmente en un lineal cualquiera. Y si no la vendes, de otros países vendrá, con alfombra roja, para que en tu naranjo se quede colgada como una metáfora de unos tiempos podridos. Tirar la toalla está plenamente justificado.

Las exigencias de la nueva Política Agraria Común por una agricultura más sostenible y verde arruina a un agricultor semienterrado en costes como la tarifa de la luz eléctrica, los carburantes, piensos, gastos laborales -con una reforma laboral que fija empleos contra el ser de una actividad temporal-, los fertilizantes, la reducción obligada de superficies de cultivo, las limitaciones para el regadío -clamoroso el caso de Córdoba con mucho mayor aforo que suministro-, los impuestos, el laberinto burocrático y normativo... O al albur, siempre, de la meteorología. Hoy que llueve polvo africano , más vale que lloviera café en sus campos tan necesitados de que cambien los vientos y las tornas. La penúltima puntilla puede ser esta huelga del transporte que sólo encuentra respuesta politizada por parte de un Gobierno incapaz de hacer algo que le suponga mirar más allá de su poltrona y ombligo. Boicot o muerte..., y la culpa de Putin y la ultraderecha .

El campo es una forma de vida, quizás la más antigua del ser humano y su ancestro recolector. Una cultura y un medio de vida. Una raíz del desarrollo pegado al terreno. El ancla para no naufragar en esta especie de océano de palabras que se acumulan de un tiempo a esta parte bajo la brújula de la España vaciada . La casa que siempre queda como salida al presente que no nos gusta o nos atosiga. El campo es volver siempre a lo que uno es y ha sido. Es la base de nuestra Andalucía milenaria, despojado de tópicos y prejuicios. Su sentido. Su historia. Su pilar económico, transformador, social y ambiental. La cuna de muchas tradiciones y la mayor manifestación de respeto por la naturaleza. Estén seguros de que por muy mal que vaya todo, mientras haya un agricultor, siempre habrá esperanza.

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