Rafael Ruiz - CRÓNICAS DE PEGOLAND

La foto inaugural

El pabellón de Fidiana solamente ha tardado 13 años en abrirse. Enhorabuena a los implicados en la gestión

Rafael Ruiz
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EL Ayuntamiento de Córdoba y la Junta de Andalucía han empezado a mostrar a los vecinos del barrio el pabellón deportivo de Fidiana, lo cual es un avance teniendo en cuenta que lleva trece años en proceso de construcción. En una ciudad en que las obras públicas se cuentan por murallones, que es la medida del retraso, consuela encontrarse con uno de esos proyectos que cumple la regla de que lo puede demorarse, lo hará por encima de lo razonable como corresponde al disparate nacional. Es verdad que en este caso lo ha hecho con letras versales, escrito en piedra con ribetes dorados, pasando de la realidad hasta convertirse en auténtica leyenda. La sala de barrio de Fidiana forma parte del top ten, del libro Guinness, de las estrellas Michelin de hasta dónde puede llegar el temita de la ineficiencia política.

El pabellón del barrio de Fidiana empezó, curiosamente, alejado de cualquier peligro de elefante blanco, esas obras faraónicas que acaban arruinando a quien supuestamente las promovió. Al contrario, Andrés Ocaña, si no recuerdo mal (imaginen, a estas alturas), realizó un movimiento inteligente. El barrio necesitaba un equipamiento deportivo y el centro educativo de la Junta, también. La alternativa fue compartir los gastos de construcción con la Junta para, ulteriormente, repartirse también las horas de uso. En periodo escolar, los alumnos tendrían la prioridad. Fuera de esa fecha, serían los vecinos. Dos por el precio de uno. Lo que los pijos de la mercadotecnia llaman un «win win».

Hete aquí que el pabellón se fue construyendo pero no se hizo la administración pública española para la cooperación sino para la rivalidad. La Junta y el Ayuntamiento nunca se ponían de acuerdo en los gastos, en el funcionamiento, en los detalles de terminación, en el equipamiento. Minucias y chorradas, en la mayor parte de los casos ardides partidistas, que han tenido el edificio construido pero que han obligado a arreglar no pocos detalles producto de su cierre. La fecha de final de obra data de inicios de 2012 hasta el momento. Tiempo suficiente para tener que cambiar regolas, juntas de culata y darse cuenta —ay madre— que nadie había comprado el equipamiento interior. Las mancuernas, los aparatos de gimnasia y todo eso que, dicen, hay en los sitios donde se hace deporte.

He escuchado los argumentos de las dos partes en conflicto hasta llegar al convencimiento de que los únicos que llevaban razón eran la asociación de vecinos del barrio y la comunidad escolar. A ellos se les prometió un equipamiento deportivo básico —no se vayan a creer que es el Madison Square Garden— y ellos han tenido que pasar el soponcio de tener cuatro años cerrado el edificio. Han organizado protestas, fiestas, batucadas. Han mandado escritos, han salido en la prensa y han puesto a la gente verde. Y todavía tendrán la cara dura algunos de los implicados de hacerse la foto de la inauguración.

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