LITERATURA

Carlos Clementson: un poeta de Córdoba a caballo entre España y Portugal

Publica «Rapsodia ibérica», un libro de poemas que es un canto de amor a las culturas peninsulares

Carlos Clementson, en su despacho de la Facultad de Filosofía y Letras V. Merino

Félix Ruiz Cardador

El poeta está resfriado . Un maldito virus invernal le está amargando febrero y de vez en cuando tose y tose. Pierde entonces el hilo de la charla y, ya de regreso, pregunta pelín desorientado: «¿Por dónde íbamos?». Vale entonces un breve apunte para que vuelva raudo el torrente de su conversación. Porque el poeta puede estar constipado, pero no hay virus que tumbe su pasión libresca. El nombre de este poeta es Carlos Clementson , un tipo con cultura enciclopédica y humor angelical. Prodigio de vitalismo a cualquier edad. «Yo no he viajado mucho en sentido estricto, pero a través de los libros y de la historia sí que he movido bastante, eh», advierte con humor a lo largo de la entrevista, que se celebra en el pequeño despacho atestado de libros que aún le mantienen en la Facultad de Filosofía y Letras a pesar de que hace ya cuatro años que se jubiló. «Aquí -dice en referencia al historiado edificio de Cardenal Salázar donde ha impartido clases durante décadas- soy ya parte del paisaje y eso me gusta».

Clementson acaba de publicar hace unos días una nueva entrega poética, que nació con espíritu ancho como todas las suyas. Se titula el poemario «Rapsodia ibérica» y es un emocionado canto de amor a las culturas peninsulares . Una obra que ha editado el sello sevillano CatorceBis y por cuyas páginas desfilan en gozosa procesión personajes históricos admirados y paisajes del alma.

Por supuesto que están Lope de Vega y Camões , que son dos de los poetas favoritos de Clementson, pero también don Luis Góngora , Unamuno, Miguel Torga, Séneca, Antero de Quental, Sophia de Mello Breyner, Ausiàs March, Pessoa, Celso Emilio Ferreiro, Eugenio D’Ors y tantísimos más. Con verbo vibrante, el poeta ha construido aquí una especie de Iberia poética y paralela en las que las diferencias se vuelven al fin artificiales y lo que queda más nítido es lo mucho que une a los pueblos hermanos de España y Portugal. «Estamos unidos incluso en nuestro destino histórico» , explica Clementson, un tipo convencido de que «la poesía nos hace mejores» y que considera «una vergüenza» la leyenda negra tan en boga sobre el pasado español o portugués . Lástima le da también al poeta de que el 500 aniversario de la vuelta al mundo del portugués Magallanes y el español Elcano no esté sirviendo del modo que debiese para reivindicar esta unidad del destino marítimo y universal hispanoluso, ya que lo está monopolizando Portugal.

Explica que este libro-homenaje a las literaturas peninsulares nació de su pasión por las lenguas romances , que comenzó cuando, de jovenzuelo, estudió filología en la Universidad. Ese amor por los idiomas le ha llevado a realizar una intensa labor de traducción no sólo en francés, que es el quizá el lenguaje de los más grandes poetas, sino también en catalán, gallego o portugués.

Detalle de las manos de Clementson sosteniendo su última obra Valerio Merino

Muy conocidas son de hecho sus antologías de poesía en esos idiomas , que le publica el sello Eneida y en los que demuestra su prodigiosa erudición literaria y lingüística. De esos saberes enciclopédicos y esas horas y horas felices entre los versos de los clásicos nace esta «Rapsodia ibérica», en la que se mantienen los rasgos habituales de la poesía del autor. Por ejemplo, el ritmo musical que los recorre, de acento muy cordobés, o el amor por la emoción, la hondura y la belleza. «Yo creo que sin esos elementos no hay poesía», resume el autor, que rehuye del hermetismo en sus textos y apuesta siempre por la comunicación con el lector.

El libro tiene además otras particularidades que lo hacen muy singular, digamos que «clementsoniano» . Por ejemplo, varios poemas escritos directamente en catalán y que aquí aparecen en versión bilingüe como homenaje a un idioma de un poeta muy unido a la provincia de Murcia, y que por ello ha sentido cercana la cultura mediterránea. «Yo creo que de ahí viene mi amor por el catalán y también por el mar, que es una constante en todas mis obras bien sea por presencia o por ausencia», explica. En cuanto al portugués, otra de sus pasiones que aquí queda constatada, reconoce que le interesó hace años, «quizá porque no estaba de moda y eso siempre me llama la atención».

El otro componente que no falta aquí , como siempre ocurre en sus obras, es la ciudad de Córdoba , el paisaje de sus días. Reconoce Clementson al respecto que sin vivir en una ciudad tan histórica difícilmente habría sido su poesía como es. « Soy como soy y pienso como pienso por vivir en estas calles », llega a decir. Para él además la estatuas que ve cada día cuando se dirige de casa a la Universidad y pasea por la Judería no son simples obras de arte, sino dimensiones de su propia experiencia ya que para él la historia es «algo vivo» que le habla y le instruye y le inspira. Algo que le hace sentir.

Torrencial y laborioso, Clementson despide al visitante y luego vuelve a sus libros y a su tos . Resfriado pero manteniendo intacta la ilusión de aquel niño de los años 40 que al abrir un libro encontró no sólo un entretenimiento sino una forma de vivir , de mirar y de sentir. Una pasión de poeta que acompañará hasta el fin a este rapsoda tan cordobés como ibérico y peninsular.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación