Jesús Cabrera - EL MOLINO DE LOS CIEGOS

El año de Antonio del Castillo

Todas las instituciones tienen un reto para reivindicar y difundir la obra del más grande pintor barroco de Córdoba

Jesús Cabrera
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Éste que acaba de empezar debe ser el año en el que todas las instituciones tienen un reto en el plano cultural que pasa por la reivindicación, difusión y puesta al día de la obra de Antonio del Castillo, el más grande pintor barroco de Córdoba y uno de los más importantes de España. Una vez que aquello de la Capitalidad Cultural acabó en uno de los tongos más sonados de la historia, aquí en Córdoba tenemos que centrarnos en lo nuestro, en el legado que los siglos han formado y que no es algo muerto, en absoluto, sino completamente vivo, porque se enriquece generación a generación y los creadores cordobeses de nuestro tiempo tienen mucho que decir. Si aquel jurado presidido por el ínclito Manfred Gaulhofer nos quitó lo que nos correspondía —para sorpresa de los propios donostiarras, incluso— nadie podrá sustraernos lo que durante siglos nos hemos trabajado sin ayuda de nadie y que es ese tesoro que aún encierra sorpresas, como es el caso de Antonio del Castillo.

El nombre de este pintor saltaba a primeros de julio, por primera vez en siglos, a la primera fila de la actualidad por la polémica que rodeó el anuncio de la retirada del cuadro de San Rafael de las dependencias municipales y posterior marcha atrás. Esto conllevó una restauración del histórico y valioso lienzo que ha recuperado en la medida de lo posible el aspecto que tuvo en la segunda mitad del siglo XVII. En ese momento, el nombre de Antonio del Castillo sonó, y mucho, pero pocos, muy pocos, son capaces de añadir el nombre de algún lienzo más de su producción. Esta carencia, arrastrada durante siglos, ha hecho que la obra de este pintor, parangonable a la de cualquier otro coetáneo suyo, haya pasado desapercibida si no es por el interés mostrado por apellidos, como los de Romero de Torres, Valverde o Zueras, a los que hay que agradecerle lo que se sabía de él hasta la llegada de la lujosa monografía de Benito Navarrete y Mindy Nancarrow, la primera en la que, además de una biografía revisada, se podían ver los cuadros a color, así como un catálogo de obras en el que entraron unas obras y salieron otras. Este grueso libro es muy importante, pero no definitivo. Aún queda mucho por conocer de Antonio del Castillo y ahora ha llegado la oportunidad.

Qué bonito hubiera sido comenzar el año con el anuncio de que uno de los acontecimientos culturales del año, si no el que más, era el 400 aniversario del nacimiento de Antonio del Castillo. Esto hubiera servido para demostrar que en Córdoba la cultura fluye con naturalidad y que hay catálogo de dónde tirar, sin forzar nada. Hasta el momento sólo hay silencio por parte de las instituciones competentes en este centenario, que son todas, y sólo se sabe que el Museo de Bellas Artes nos va a deparar más de una sorpresa, por ser Del Castillo uno de los pintores mejor representados en sus fondos.

Ocurra lo que ocurra, este año no puede pasar en balde para los cordobeses. Cuando lleguemos a diciembre hay que lograr que en esta ciudad se conozca mejor la vida y la obra de Antonio del Castillo y se sepa valorar un cuadro cuando nos lo encontremos, algo que es muy fácil, ya que son numerosos los lugares que albergan su producción en el mismo lugar para el que fue creada: la Mezquita-Catedral, San Francisco, San Andrés, Jesús Nazareno o la iglesia del Juramento, sin olvidar el Ayuntamiento o la Diputación, entre otros lugares. Si dentro de un año hacemos balance y el nombre de este pintor es identificado como el de un gran artista cordobés podremos darnos por satisfechos.

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