SOCIEDAD

Adolescentes y violencia sexual: «Me obsesionaba estar a su altura. Llegué a sentir asco de mí misma»

Ella tenía 14 años; él, 19. El control a través de «WhatsApp» y las presiones para tener sexo marcaron su relación

Una mujer muestra un cartel reivindicativo en una manifestación feminista ISABEL PERMUY

Irene Contreras

Cuando le conoció, ella tenía 14 años y él 19. Siempre había escuchado que el amor no tiene edad y a ella solían decirle que era muy madura para estar todavía en el instituto, así que ese lustro de diferencia no fue impedimento para una historia que comenzó como comienzan todas: paseos por el parque, besos en el portal, un «WhatsApp» de buenos días y otro para las buenas noches. Precisamente esa romántica costumbre, que acabó convirtiéndose en una obligación tácita, fue la que hizo saltar las alertas. Aunque la violencia empezó mucho antes. Sin que ella se diera cuenta.

Una noche se quedó dormida sin mandar antes el respectivo mensaje de despedida. Al día siguiente, su novio la estaba esperando en la puerta de casa de sus padres para «acompañarla al instituto», pero en lugar de llevarla a clase la metió en su coche y condujo sin destino durante horas, en un violento silencio y a toda velocidad . «Esa fue la primera vez que sentí miedo. Fue un castigo exagerado por una tontería. Él decía que si no estaba pendiente del móvil para hablar con él sería porque tenía a otro en la cabeza. No atendía a razones», cuenta la protagonista de este testimonio, una joven de ahora 18 años que prefiere mantener el anonimato.

Recordar su historia le duele pero sabe que puede ayudar a otras chicas que atraviesan situaciones similares, como a ella le sirvió leer testimonios y escuchar a jóvenes y no tan jóvenes contar sus casos. Se considera «en proceso de reconstrucción » después de una relación tóxica que ha marcado su comportamiento con el género opuesto y, sobre todo, su noción del sexo. Ahora le cuesta reconocerse en la persona que «consintió» aquella historia de maltrato, que empezaba en el control por el teléfono móvil y llegaba hasta el dormitorio. Él venía de fuera de la capital y estudiaba en Córdoba en la universidad. Pasaban el día juntos en el piso de estudiantes de él, que apenas tenía amigos ni quería salir con los de su novia. Le parecían, recuerda, «unos niñatos». Al fin y al cabo, solo tenían 14 años.

«Nunca me puso la mano encima, pero porque no le hizo falta. Estaba sometida»

«Era mi primer novio , pero él ya había tenido pareja antes, y relaciones sexuales. Decía que con su exnovia lo hacía todo el tiempo. Cuando me proponía algo y yo ponía mala cara, me presionaba. Yo no me sentía preparada , y él me preguntaba si era una niña o una mujer. Me obsesionaba estar a su altura, que no pensara de mí que era infantil, porque estaba enamorada y no quería que me dejara », recuerda. Lejos de disfrutarlo, ella llegó a sentir «asco» del sexo y de sí misma. «Ahora lo pienso y no lo entiendo. Tenía edad de jugar con muñecas», lamenta.

Cuando su carácter empezó a cambiar, sus padres la animaron a ir al psicólogo . En sus conversaciones con el terapeuta salió el tema del sexo y ahí las piezas encajaron como un puzzle. Empezó entonces a otorgarle el peso que debía a actitudes que veía normales, desde la obsesión de él con su teléfono móvil , sus apariciones «por sorpresa» a las puertas del instituto, su costumbre de «encerrarla» en casa a base de chantajes. «Nunca me puso la mano encima, pero porque no le hizo falta. Estaba sometida». La ruptura de su relación no fue limpia. Hubo recaídas, mentiras y segundas y terceras oportunidades . Nunca denunció la violencia aunque sí buscó asesoramiento y protección en asociaciones de mujeres. A esa ayuda y a la de sus padres, dice, se lo debe todo, aunque ahora, dos años después de perder todo el contacto, se arrepiente de no haberle expuesto ante la justicia. « Yo he aprendido, pero quizás él no ».

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