Aniversario

75 años de la bomba atómica de Hiroshima: así habría impactado en Córdoba

Una app simula las consecuencias de un hongo nuclear que habría devastado la ciudad y provocado 180.000 bajas

Recreación del impacto de «Little Boy» sobre una imagen de Google Maps de Córdoba ABC

Rafael Verdú

Se cumplen hoy 75 años del lanzamiento de la primera bomba atómica sobre una ciudad habitada. Ocurrió en la ciudad japonesa de Hiroshima , a las 8.15 hora local del 6 de agosto de 1945. Habían sido necesarias décadas de trabajo de los mejores cerebros de la humanidad para fabricar aquel «destructor de mundos» , un artefacto al que los norteamericanos llamaron, con cinismo impropio, «Little Boy» , algo así como «chavalito». La bomba en sí pesaba más de cuatro toneladas, pero «sólo» había 64 kilos de material fisible compuesto por una variedad de uranio. Era, gracias a Dios, un ingenio altamente ineficiente, de modo que sólo se produjo la fisión -la ruptura de los núcleos atómicos en otros más pequeños- en unos 850 gramos, equivalentes a 15.000 toneladas de dinamita. Una bola metálica que pesaba poco más que una tablet bastó para destruir una ciudad entera que en 1945 tenía una población similar a la de la Córdoba actual. El número de bajas es aún objeto de discusión, pero por citar una estimación National Geographic las cifra en 140.000.

Las nuevas tecnologías permiten simular las consecuencias del impacto de «Little Boy» en cualquier parte del mundo. Es lo que hace la aplicación Nukemap creada por el profesor norteamericano Alex Wellerstein , historiador de la ciencia y de las armas nucleares. Es un pasatiempo macabro que ya lleva más de 200 millones de «lanzamientos», pero que sirve al menos para ser consciente de la devastación provocada en Hiroshima y de lo que pueden hacer las armas nucleares de hoy en día, hasta 3.000 veces más potentes que la que arrojó el bombardero B-29 «Enola Gay» hace 75 años.

Si «Little Boy» hubiera sido lanzada en la plaza de las Tendillas , toda la ciudad salvo las parcelas y el Brillante habría sufrido sus efectos, más devastadores cuanto más cerca del punto de impacto, como puede verse en la imagen que acompaña esta información. La zona cero de la explosión (marcada en amarillo justo en el centro) sería una inmensa bola de fuego de 180 metros de radio que abarcaría toda la extensión de las calles Gondomar y Cruz Conde y alcanzaría hasta la mitad de Claudio Marcelo por el Este y el Conservatorio por el Sur; cualquier cosa en su interior resultaría vaporizada al instante . Un segundo círculo de 340 metros de radio (en rojo en el mapa) marcaría el daño por la explosión y la enorme presión generada, capaz de tumbar incluso edificios de hormigón y que provocaría casi un 100% de bajas.

El tercer círculo (morado en el mapa) señala el área donde la radiación de choque sería mortal , en un radio de 1,2 kilómetros. Con una dosis estimada de 500 rem (unidad de radiación ionizante), la mayoría de las personas alcanzadas morirían en menos de un mes, y un 15% de los supervivientes lo harían de cáncer más tarde. Abarcaría todo el Centro Histórico, Ciudad Jardín, el Vial Norte, Huerta de la Reina y parte del Campo de la Verdad . Más allá, hasta 1,67 kilómetros del epicentro, se extendería una zona de daño intermedio a edificios y personas (en verde en el mapa), incluyendo la propagación de incendios y el colapso de algunas estructuras.

El quinto círculo en este descenso al infierno tendría un radio de casi dos kilómetros, por lo que rozaría ya barrios más lejanos de las Tendillas como el Sector Sur, Carlos III o Parque Figueroa, dejando en su interior a Vistalegre, Valdeolleros o Fuensanta. Quienes no estuvieran protegidos sufrirían una de las peores consecuencias de un impacto nuclear: una radiación térmica capaz de provocar quemaduras de tercer grado por todo el cuerpo . La última zona afectada directamente (daño ligero) tendría un radio de 4,5 kilómetros, por lo que solo dejaría fuera al extrarradio. La aplicación de Nukemap calcula incluso las hipotéticas bajas: 82.000 muertos y más de 100.000 heridos en apenas unos segundos. Por suerte, la app no es más que un ejercicio de imaginación, aunque también una advertencia sobre los peligros del armamento nuclear.

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