LA MATRACA

METALENGUAJE POLÍTICO

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«Pactar con otras fuerzas se denomina ‘confluir’, y cargarse la Constitución es ‘reconstruir la soberanía’»

La lingüística define el término metalenguaje como el lenguaje natural o formal que se usa para explicar aspectos intrínsecos de una lengua concreta. Sin duda, uno de los campos donde mejor se aprecia la creación y modificación de vocablos es en la comunicación política. Y más concretamente en la comunicación retórica, arte que consiste en expresarse con eficacia, dando al lenguaje escrito o hablado el efecto necesario para persuadir o conmover. Este lenguaje pomposo –que retuerce conceptos y los presenta como novedosos pero que dicen lo mismo de siempre– es en la esencia comunicativa metalingüística de la que se vale Podemos para que su mensaje cale entre la ciudadanía.

De hecho, ya nos hemos acostumbrado a la sustitución de vocablos que practican. Así, pactar con otras fuerzas políticas ahora se denomina «confluir», mientras que cargarse la Constitución e intentar establecer la III República viene a ser «reconstruir la soberanía». Ejemplos hay muchos otros: empoderamiento, transversalidad… por no mentar la archiconocida expresión de «la casta». Con todo este arsenal de palabrería hueca, la izquierda ultramontana busca la ocultación de su raíz comunista-bolivariana con la pretensión de llegar a amplias capas de la sociedad. Y nos les va mal, a tenor de las encuestas.

Más allá de este lenguaje de ocultación, otras formaciones políticas de nuevo cuño, como Ciudadanos y UPyD, luchan por acaparar el voto moderado con mensajes de regeneración. Como es sabido, para formar parte de Las Cortes Valencianas es preciso alcanzar un 5% del total de votos. Si nos fiamos de la estimación del último barómetro del CIS, entre magentas y riveristas suman el 7,7%, mientras que en solitario ninguna de las dos formaciones llega a ese mínimo.

Además, según cálculos efectuados por Génova sobre los datos que arroja el CIS, entre ambas formaciones quitan ya a los populares el 5,5 por ciento de su electorado. Con estos porcentajes sobre la mesa, la decisión de la cúpula de UPyD de no aliarse con Ciudadanos resulta cada día más inexplicable.

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