'Purito' celebra la victoria de carrera y su jersey rojo de lider. / Efe
«¿Pensar? Cuando vas a doscientas pulsaciones, con una subida que tiene un porcentaje del 30% y Contador a tu lado, no te da tiempo a pensar. Sólo te queda apretar los dientes».
Joaquim Rodríguez lo explicaba muy bien. Siempre ha sido, desde que debutó en profesionales, una persona con un ‘piquito de oro’, que sabe leer las carreras, moverse en los momentos oportunos y sacar el máximo rendimiento a sus ataques, de sus palabras.
El Mirador de Ézaro sólo eran tres kilómetros de subida, ¡pero que que tres kilómetros!, sobre todo los dos últimos, en los que no había un metro de descanso. Al ataque de Igor Anton (Euskaltel), que secundó al de su compañero Mikel Astarloza, respondió Katusha poniendo a Dani Moreno a controlar en la distancia.
Todo explotaría cuando Purito, con Contador a su rueda, atacó. Subir una pared como la de Ézaro, con un mancha azul de agua que se perdía en el infinito en su cumbre, encima de una bicicleta se convierte en pura magia, en un malabarismo constante, en un desafío a las leyes de la gravedad.
Jugársela en pocos metros
Era el terreno ideal para el líder, donde mejor ha sabido expresarse siempre, al menos hasta que se se ha convertido en un ciclista más completo, menos previsible en sus días malos. El maillot rojo no conoce la palabra problemas en todo lo que llevamos de carrera.
Contador y 'Purito' se conocen tanto que los mil metros finales fueron un partida de ajedrez con movimientos agónicos, con miradas al desarrollo que llevaban, el control de su respiración.
Las caras hace tiempo que dejaron de ser el espejo del alma en el mundo del ciclismo. Entre el casco y las gafas, sólo los segundos que se ganan o pierden permiten saber el estado físico de un ciclista. Su alma permanece escondida.
Purito le dejó hacer a Contador, los metros justos para asestarle el golpe definitivo. Decir que uno es más explosivo que otro no se ajusta a la realidad. Tiene Joaquim seis kilos menos de peso y unas piernas que le permiten aguantar mejor esas tarascadas de desarrollos y porcentajes.
La Vuelta a España se ha jugado durante doce días, al margen de la contrarreloj, en dos mil, tres mil metros que rozan en ocasiones lo imposible, como ayer. El ciclista da la impresión de que va a perder el equilibrio, que puede volcar sobre si mismo.
«Pensaba en la etapa, sobre todo después del enorme trabajo que ha realizado el equipo, que se ha reventado, aunque he visto que si no nos echaban una mano, se nos iba la fuga. En ese momento ha entrado Movistar a trabajar», comentaba el líder.
El trabajo de ir sumando segundos poco a poco lo está haciendo Froome en sentido inverso. Él los va perdiendo. Ayer se dejó 23 y ya se encuentra a 51 del líder. Más que esos guarismos, lo que se le nota es que le falta frescura, la agilidad que tenía en el Tour. No parece que el líder del Sky sea capaz de hacer dos pruebas de tres semanas a bloque. Contador quería la etapa y los doce segundos de bonificación que le hubieran dado el maillot rojo.
«Tampoco se pueden sacar muchas conclusiones. Era un final que le venía bien a Purito y lo ha aprovechado. Mis objetivos en la carrera están situados más adelante, pero todo lo que se pueda ir sumando, mejor», apuntaba el segundo clasificado.
Tampoco Valverde pudo acercarse a los dos primeros, que suben a otro ritmo. La selección comenzará a resultar cada día más natural, más lógica. «El puerto de La Gallina es lo más duro que hemos pasado hasta ahora, era más largo que este y más explosivo. Este fin de semana se decidirá todo. Estoy a 1:20, pero el podio lo tengo más cerca», afirmaba Valverde.
Todos intentan ver el lado positivo de lo que ha sucedido, frente a la luz de Galicia y un mar en calma, un paisaje muy diferente a una carrera que es un volcán en erupción que cada día arroja vías de lava que llevan dos nombres muy definidos: Alberto Contador y Joaquim Rodríguez. El podio se va perfilando.
