Las ballenas, además de inteligentes y absolutamente fascinantes por muchas razones, son animales de costumbres fijas y, por lo que se ve, les gusta hacer lo mismo año tras año desde que el mundo es mundo. Esto es llegarse hasta la costa de la Baja California Sur huyendo del gélido invierno del Polo Norte. Así que para la gente de aquí ya no es un acontecimiento tan especial saludarlas cada vez que vienen pero para cualquier foráneo, observarlas tan de cerca, escucharlas, admirar sus saltos e incluso interactuar con ellas será una experiencia para contar a los nietos.
La temporada para coincidir con ballenas grises, azules jorobadas, cachalotes y otros tantos grupos de delfines que las escoltan arranca a mediados de diciembre, que es cuando empiezan a dejarse ver las primeras frente a la costa del Mar de Cortés. Vienen desde Alaska para quedarse en estas aguas cálidas hasta mediados de abril más o menos en una peregrinación anual que les hace recorrer 3.000 km a razón de 5 km por hora. Las razones para un viaje tan largo son principalmente: alimentarse, descansar, aparearse, parir a sus crías y beneficiarse de los escasos 20 m. de profundidad que tiene el mar aquí, lo que para ellas significa algo así como regalarse una carta completa de tratamientos cutáneos puesto que aprovechan para frotarse con el fondo marino para librarse de impurezas.
Diversas empresas organizan excursiones guiadas para el avistamiento de cetáceos. Cabo Adventures es una de las más recomendables. Desde 70 € por persona.
