Se registra un terremoto de 4,3 en la escala de Richter cerca de Lisboa

No se registraron daños personales ni materiales, pero las sacudidas alarmaron a la población a 40 kilómetros de la capital

Tranvia clásico delante de la catedral de Lisboa
Francisco Chacón

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Un terremoto con una intensidad de 4,3 en la escala de Richter se sintió en la mañana de este jueves 17 de agosto solo 40 kilómetros al norte de Lisboa , concretamente en Sobral de Monte Abraço, entre Vila Franca de Xira, Torres Vedras y la capital lusa. El Instituto Portugués del Mar y de la Atmósfera (IPMA) registró el seísmo a las 7.45 horas. No solo tuvo eco en ese punto, sino también en Sintra, Cascais, Póvoa de Santa Iria, Vendas Novas, Porto de Mós, Venda do Pinheiro, Carregado, Santa Cruz, Loures, la región central del país vecino y en el Alentejo.

Afortunadamente, no se produjeron daños personales ni materiales debido a que la gradación era inferior a 6, según el medidor de Richter. Tomando como referencia la otra escala para este tipo de sucesos, la de Mercalli, se trata de 3 sobre un máximo de 12. De forma inmediata, el IPMA certificó que no se trataba de un terremoto que pudiera considerarse grave, aunque la alarma saltó entre la población que se apercibió.

Los 4,3 de Richter implican que las personas lo sienten dentro del domicilio y los objetos se balancean, pero no se observan movimientos de tierra ni se abren grietas en el suelo porque la intensidad no es tan potente. De hecho, ni siquiera los bomberos recibieron llamadas pidiendo ayuda de ninguna clase. De acuerdo con un comunicado emitido por el IPMA, «la vibración es semejante a la provocada por el paso de vehículos pesados» .

Precisamente, los bomberos fueron los primeros en dar testimonio de lo acontecido, tal cual acreditó una mujer que ejercía esas tareas de manera voluntaria, en declaraciones a la agencia Lusa: «Vaya susto que nos llevamos. Los vasos de cristal se dieron la vuelta y llegamos a pensar que se iban a romper». Y atestiguó que el temblor duró apenas cinco o 10 segundos , como sucedió también en la propia región de Lisboa.

Lo que más preocupa a los expertos es que se trata del tercer y más intenso seísmo detectado en la última semana a lo largo de esas comarcas. Las dos primeras embestidas, quedaron registradas en la mañana del 15 de agosto, justo a la misma hora que un enorme árbol se caía y aplastaba a 13 personas en Madeira. Las sacudidas, de 2,5 y 2,9 grados Richter, casi no dejaron huellas, aunque las gentes del lugar se hallan asustadas y temen que puedan ir a más. En Lisboa no se siente un terremoto fuerte desde el 29 de febrero de 1969 (era año bisiesto), fecha en que el sismógrafo reveló que la intensidad se había disparado hasta 7,9 sobre un máximo de 10.

Mirando al pasado

Con todo, los lisboetas miran con inquietud este tipo de hechos , pues la historia de la ciudad está marcada para siempre por el gigantesco seísmo, seguido de maremoto, del 1 de noviembre de 1755. Fallecieron entonces unas 100.000 personas , en vista de que las extremas sacudidas se llegaron a sentir en varias zonas de España, incluso hasta en Sevilla y Valencia. Toda la Baixa, hoy pasto de turistas, quedó destruida y, si pudo reconstruirse, fue gracias al mecenazgo del Marqués de Pombal, a quien se honra en la plaza del mismo nombre, uno de los centros neurálgicos entre la Avenida da Liberdade y el Parque Eduardo VII. Los vecinos a los que pudo verse en las cadenas de televisión expresando sus temores por los seísmos daban fe de que Portugal vive un verano negro, con diversas catástrofes consecutivas.

A las puertas del comienzo de la estación estival, el municipio de Pedrógao Grande, cerca de Leiria, saltó al primer plano por un gigantesco incendio que causó nada menos que 64 muertos , en parte debido a que las personas que huían en automóviles se metieron de lleno en «la carretera de la muerte». Precisamente, se han cumplido ya dos meses de la catástrofe y el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa , visitó la zona este jueves 17 de agosto junto al primer ministro, el socialista António Costa, muy criticado porque no dio respuestas a la población y se ha limitado a exigir responsabilidades a Protección Civil.

La indignación popular no tardó en salir a la luz, como también en el caso de la segunda tragedia del verano: la caída de un enorme roble de 200 años de antigüedad al norte de Funchal. Y es que los técnicos municipales ya habían alertado sobre el estado de descomposición en que se encontraba el árbol, pero las autoridades no ordenaron ninguna actuación.

Afortunadamente, este terremoto en las proximidades de Tores Vedras no ha provocado víctimas, pero mucha gente piensa que el destino le ha vuelto a jugar una mala pasada a un país que acumula un largo historial de desgracias, tanto en la franja continental como en sus islas: Madeira y Azores.

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