El Papa Francisco se confiesa con motivo de la Liturgia de la Penitencia en la basílica de San Pedro
El Papa Francisco se confiesa con motivo de la Liturgia de la Penitencia en la basílica de San Pedro - EFE

El Papa se confiesa como un penitente más en la basílica de San Pedro

Pide que los horarios de confesión se adapten a las necesidades de la gente

Corresponsal en el Vaticano Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El Papa Francisco se ha acercado el viernes por la tarde a uno de los confesonarios de la basílica de San Pedro y para recibir el sacramento, de rodillas, durante una celebración penitencial de preparación a la Semana Santa.

Al cabo de unos tres o cuatro minutos, en cuanto recibió la absolución, Francisco se trasladó a un confesonario cercano para sentarse a su vez, él mismo, a escuchar confesiones. La primera penitente que se acercó fue una mujer, probablemente en el sexto o séptimo mes de embarazo, mientras otras personas acudían a ponerse a la cola.

Antes del comienzo de las confesiones individuales, el Papa había comentado en una breve homilía que el pecado «nos empobrece y nos aísla.

Nos vuelve ciegos y nos lleva poco a poco a quedarnos en lo superficial, a volvernos insensibles a los demás».

Pero la obligación de facilitar el sacramento corresponde a los pastores, y Francisco les invitó a establecer «horarios y programas que respondan a las necesidades reales de quienes desearían acercarse al confesonario». En definitiva, a prestar atención a los horarios laborales y las obligaciones domésticas de los padres y madres de familia.

Al margen del texto escrito, el Papa añadió que, igual que en la parábola evangélica que cuenta el regreso del hijo prodigo a casa de su padre, el sacramento de la confesión «es una fiesta», y aconsejó a quienes se hayan confesado: «Después de abrazar al Padre, hagamos fiesta en nuestro corazón. Porque el Padre hace fiesta».

Por la mañana, en un encuentro con varios cientos de confesores que participan en un curso en el Vaticano, el Papa les había animado a hacer todo lo posible para dar la absolución, teniendo en cuenta que el mero hecho de acudir al confesarse es ya un gesto muy fuerte de arrepentimiento.

En los casos en que, por algún motivo no pudiesen absolver a una persona, Francisco aconsejó: «háblale como un padre, invítale a rezar juntos y dale al menos la bendición. Incluso en el caso límite en que no se le puede absolver, que note el calor de un padre. E incluso esto es una fiesta, porque Dios sabe perdonar las cosas mejor que nosotros».

Ver los comentarios