Fanáticos musulmanes secuestran a tres refugiados en la parroquia de Fátima en Bangui

El Papa preguntó si podía visitar el lugar, al ser informado por el obispo español Aguirre

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Aunque las informaciones dadas ayer apuntaban a que tres jóvenees que formaban parte de los quinientos refugiados acogidos en la parroquia de Fátima, llevada por los misioneros combonianos habían sido asesinadas por fanáticos musulmanes, hoy ABC ha podido saber que los jóvenes fueron secuestrados. Uno de ellos ha sido puesto en libertad y de los otros dos todavía no se sabe nada.

El incidente sucedía mientras cientos de miles de personas salían felices por primera vez a las calles de Bangui y la presidenta de la República Centroafricana pronunciaba su discurso ante el Papa Francisco.

Como los medios de comunicación apenas funcionan y la ciudad ha vivido episodios infinitamente peores, el suceso no cambió los planes de la gente que quería ver ver al Papa en los diversos encuentros.

Justo a la entrada de la verja del recinto parroquial de Fátima, hay dos barricadas. Por un lado la de la milicia anti-Balaka y por otro la de la milicia Seleka, a la que acuden de vez en cuando jóvenes fanáticos para disparar a la gente que entra o que sale de la parroquia.

El obispo de Bangassou, Juan José Aguirre, que es misionero comboniano y estaba precisamente en esa parroquia cuando sufrió otro de tantos asaltos en 1997, informó del hecho al Papa al final del almuerzo con los obispos del país.

«¿Podemos ir allí?»

El prelado andaluz explicó a Francisco que los tres sacerdotes de Fátima no podían abandonar el lugar pues se encuentra pared con pared con el barrio-fortaleza musulmán “Kilómetro 5”, y los misioneros temen que si dejan la parroquia sola, los fanáticos de Seleka pueden asaltarla y cometer otra de tantas matanzas entre los refugiados.

Francisco escuchó apenado y preguntó inmediatamente al nuncio, que estaba a su lado: “¿Podemos ir allí?”. Pero monseñor Franco Coppola le dijo que era imposible por razones de seguridad.

De hecho, ese lugar es uno de los puntos más peligrosos de la ciudad. Hace un mes hubo otra matanza, y unos días después, el domingo uno de noviembre durante el rezo del Ángelus, el Papa manifestó su cercanía a los sacerdotes de la parroquia y anunció su intención de abrir personalmente la puerta santa de la catedral de Bangui durante el viaje que ahora está realizando, y que en aquellos momentos no era seguro en vista de la volatilidad de la situación.

Durante el almuerzo, el obispo de Bangassou le comentó bromeando: «Santo Padre, llevo ya tres infartos en la mochila y nueve ‘stent’ en el corazón…», a lo que Francisco le respondió, también con buen humor y en tono afectuoso: «Pues tienes que resistir, porque no tenemos otro obispo para Bangassou».

Aguirre le contó también que un buen grupo de fieles de su diócesis han venido a Bangui viajando cuatro días en camión, con grave riesgo en los controles de milicias poco controladas por sus jefes.

El Papa se emocionó al saber que los peregrinos pensaban recoger tierra de los lugares de Bangui que pisa el Papa y donde imparte bendiciones -como en el campo de refugiados visitado esta mañana-, para llevarla con ellos a Bangassou como una especie de “bendición” para los parientes y amigos que no han podido venir.

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