España, el país que más «au pair» exporta de todo el mundo

Más de 80.000 jóvenes se van al extranjero cada año para trabajar en hogares al tiempo que aprenden idiomas

Madrid Actualizado: Guardar
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  1. Más de 80.000 jóvenes salen a trabajar y aprender

    En la mayor plataforma abierta o agencia de «au pair» en internet que existe en el mundo, AuPairWorld, España se situó en cabeza, con 80.180 usuarios, en el último año del que se han computado los datos, 2014. Si lo comparamos con el año anterior, el ritmo de crecimiento de las personas –casi siempre jóvenes– que se van fuera del país para adquirir habilidades lingüísticas y culturales al culminar su carrera universitaria, y de familias de acogida o «host family» que demandan una «niñera» española, las estadísticas confirman que es un fenómeno que sigue en claro alza. Y en el que nuestro país marca tendencia.

    La traducción literal del galicismo «au pair» es «a la par», aunque se entiende por ella la «persona que se emplea en una casa para prestar servicios domésticos, como cuidar de los niños o darles clases de idiomas, a cambio de alimentación y hospedaje». Las condiciones varían mucho, según cuentan varios jóvenes que pasaron, incluso repitieron, por esta experiencia. La familia puede obligar al extranjero a apuntarse a una academia para mejorar la lengua nativa y relacionarse así con los niños. Aunque para los jóvenes, independientemente del género, se trata de una salida económica algo precaria pero formativa, el Acuerdo Europeo firmado en Estrasburgo en 1969 y que rige la colocación de «au pairs» en el entorno comunitario contempla que no hay un salario atribuido, sino una paga.

    Las quejas unánimes de los jóvenes españoles «reclutados» para contar a ABC su vivencia redundan en que eran conminados a trabajar más horas de las fijadas de inicio con la familia de acogida, a sabiendas de que no tienen otro lugar para ir en el país de recepción. El bajo sueldo y cierto abuso laboral son los peros. El aprendizaje incesante y encontrar un revulsivo a la crisis son las recompensas.

  2. Sheila Foz Vivancos (24 años, Irlanda y Reino Unido): «Conoces un país sin que te cueste un euro extra»

    Tuvo estancias muy distintas en dos países vecinos, Irlanda y Reino Unido. La experiencia para esta aragonesa fue dura, en lo que a situación laboral se refiere: cuidaba a dos pequeños y hacía las labores del hogar, cobraba una cantidad por 40 horas a la semana, «aunque en realidad salen 50». Lo bueno para Sheila fue el aprendizaje y la formación. «Además, tuve la suerte de que yo salía mucho de la casa con gente a la que conocí allí en la academia, así que los fines de semana aprovechaba e iba a hacer turismo. Conocí muchos rincones de los dos países, sobre todo de Irlanda, y me desenvolví perfectamente con el idioma. El resto del tiempo que no limpiaba o tenía que estar con los niños también me apunté a nadar y hacíamos mucha vida en el país». «Cuando acabas la universidad y no tienes un duro, ser “au pair” te sirve para aprender y conocer un país y sus costumbres sin que te cueste un euro extra», considera esta joven a punto de graduarse en Administración y Dirección de Empresas. Prosigue: «La familia me ha vuelto a llamar para que vaya otra vez, pero después de casi un año allí y una vez que ya tengo trabajo aquí, además de mejores opciones para ser “au pair” en Estados Unidos, no voy a repetir “host family” en Irlanda. Ya conozco ese país». Pone una pega: «Han pasado varias chicas después de mí y ninguna ha aguantado. Juegan un poco a pedirte más y más y si eres responsable, saben que no te vas a ir, no vas a dejarles tirados. Pero en realidad hay familias que se pasan, te explotan, que van sumando peticiones y labores a aquello que inicialmente concretaste con ellos y es un abuso en ocasiones. Yo estuve a gusto, pero reconozco que hay gente que lo pasa mal y que cuesta adaptarte a un país diferente, con cultura e idioma distintas», agrega esta joven, que en todo caso condensa la vivencia con una frase positiva: «Fue una oportunidad gratificante».

  3. Erika Broto Murillo (26 años, EE.UU.): «Cuando llegué, todo era como en las películas americanas»

    Lo más curioso de la experiencia de Erika, licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, lo actualiza con frecuencia en su blog «La maleta de una “au pair”». Quería animar a futuros niñeros y niñeras, dar consejos e informarles de posibles estafas que sufren por parte de «quien intenta sacar un beneficio de una ilusión». Con tal espíritu en el equipaje se fue esta zaragozana a EE.UU. para aprender todo sobre un mundo que le resultaba fascinante.

    En su bitácora relata que pese a los más y los menos está contenta con la familia. Lleva cuatro meses viviendo «como en las pelis»: «He visitado Nueva York dos veces, hice un pastel de bienvenida al vecindario, estuve en una “log cabin” de madera en el monte con osos, comí “marshmallows”, desayuné en una comunidad Amish, fui a un campo de calabazas y asistí al desfile del otoño de Maryland...».

  4. Patricia Navarro (23 años, Irlanda): «Repito experiencia, pero sigo echando de menos la comida»

    Patricia Navarro Correa tiene 23 años y es nacida en Seseña (Toledo). Estudiante de Magisterio de Primaria, ha repetido experiencia como «au pair» en dos familias, una en un pueblo de Irlanda y la segunda vez en Dublín, la capital, donde continúa hasta próximas fechas. Persuadida de que debía «mejorar su inglés», declara sin ambages que «ha sido una de las experiencias más bonitas» que ha vivido y ya se defiende para hablar y escuchar en un segundo idioma. ¿Lo peor? «Sigo echando de menos las comidas de mi madre y el calorcito español» es su alegato desde allí. El sueldo, dice, no está mal: «Cobro 120 euros semanales, 480 al mes. Si viviese fuera, ya pagaría 500 euros de casa más gastos de comida. Hasta me da para ahorrar un poco», se alegra. «He aprendido a ser independiente y paciente con los niños», remacha, orgullosa, esta joven.

  5. Amanda Blanco (24 años, Reino Unido): «A la semana, el padre intentó darme un beso por la fuerza»

    Amanda reconoce que la experiencia como «au pair» no salió todo lo bien que podía esperar en un principio, con la ilusión del que se va a otro país a aprender idiomas y cosas nuevas. Relata a este periódico cómo recién cumplidos los 20 años –verano de 2011– se fue a Londres a mitad del estío para estar allí aproximadamente dos meses. La agencia con la que contactó, la sevillana Premiere Aupairs, no le ofreció muchas opciones. El «abanico» se resumía en una familia de keniatas asentados en un barrio obrero de la capital británica con dos hijos, una niña de 3 años y un niño de 1 año. «A la semana, tuve un incidente con el padre de la familia, que intentó darme un beso por la fuerza. Rápidamente me puse en contacto con mi madre y la agencia y enviaron a una representante que me dio la opción de buscar otra familia o regresar a España». «Hice la maleta mientras oía cómo discutían la de la agencia y el hombre».

    Añade, con el reposo del tiempo: «Con suerte, no quedó para mí como una experiencia traumática, no me cuesta hablar de ello porque, no sé cómo, supe dominar bastante bien la situación –a pesar de su juventud salió airosa de esa mala vivencia– y eso hace que me sienta orgullosa», remata.

  6. Jesús Pedrosa (26 años, Irlanda): «No querían un “au pair”, sino un chófer, profesor y una chacha»

    En agosto de 2014, este madrileño se fue a Fermoy (Irlanda). «Trabajaba en España a media jornada y no veía mucho avance aquí. Coincidió con que mi hermana estaba de “au pair”, se enteró de que una familia se quedaba sin “su” chico y me puse en contacto con ellos», relata. Allí cuidó de tres niños, de 6, 7 y 10 años, la madre era separada y trabajaba en Cork, a unos 45 minutos. Jesús cuenta que podía usar el coche familiar para todo, iba y venía con los niños del colegio y de actividades extraescolares como guitarra y gimnasia. «Congenié con los niños desde el primer día, y hacía las tareas que me mandaba la madre: camas, suelos, lavadoras...».

    «El abuso de algunas familias es que confunden –dice–. “Au pair” debería de ser un apoyo para cuidar a tus hijos, no hacer de todo. Para mí fue una experiencia inolvidable y repetiría, pero los problemas empiezan cuando un día los deberes no están bien hechos o sin terminar. Un profesor dijo que la niña iba mal en matemáticas y su madre me dijo que me fuese, que no había funcionado. En resumen, ella no quería un chico “au pair”, quería un chófer, profesor y una chacha», protesta.

  7. Diego de Manuel (24 años, Inglaterra): «Mi familia de acogida prefería un varón para cuidar de sus dos hijos»

    Este orensano pasó 20 meses en Petersfield (Hampshire) con una familia y sintetiza la experiencia como «buena, en general». Cuidaba de dos chicos adolescentes, uno de ellos con síndrome de Down, tareas que completaba con la cocina, jardinería, limpieza y hacer la compra de la casa. Residió en una vivienda grande y céntrica con la familia de acogida y disfrutó de una segunda planta con habitación y baño solo para él. Al estar muy bien comunicado el hogar con Londres y otras ciudades del sur de Inglaterra, visitó un sinfín de rincones turísticos.

    Por cada hombre que se apunta a la experiencia, hay 20 mujeres, así que a Diego no le extraña la concepción femenina del concepto de «au pair». Considera que una chica puede generar más seguridad para una familia que quiere alguien para cuidar niños, aunque, en su caso, al estar a cargo de dos varones preferían que el niñero fuese masculino y empatizar más con ellos, al tiempo que ejercía mayor autoridad sobre ellos. «Conocí a tres o cuatro chicos estando allí que también eran “au pair” –recuerda- y reunían características similares a las mías».

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