EL RINCÓN DE...

«En Portugal rehúyo de los restaurantes frecuentados por los españoles»

Antonio Checa, periodista, exdecano de la facultad de Comunicación, escritor de libros de viajes

El periodista Antonio Checa JUAN FLORES

FÉLIX MACHUCA

-En estos días muchos sevillanos y onubenses atravesarán el Guadiana. Y eso se nota mucho en el Algarve…

-Efectivamente. Sevillanos y onubenses, cuando hay puente a la vista, cruzan el del Guadiana o cualquier frontera de las muchas que ahora hay abiertas con Portugal.

-¿Por qué chillamos tanto los andaluces cuando viajamos a Portugal?

-Chillamos mucho. Pero hay otras nacionalidades que gritan más que los andaluces. Por ejemplo, los italianos. Quizás en Portugal se nos note más porque ellos son más silenciosos.

-¿Y por qué, consciente o inconscientemente, desplegamos ante los portugueses ese complejo de superioridad?

-(Risas) Históricamente sufrimos un complejo de inferioridad frente a Francia y de superioridad con Portugal. Ahora que la cocina española compite, si no supera a la francesa, también al otro lado hay una relación más igualitaria entre portugueses y españoles.

-¿Se ha fijado que los andaluces cuando viajan al Algarve se sientan en un restaurante como si fuera una «pará» en el camino rociero?

-(Risas) En el Algarve rehúyo de los restaurantes frecuentados por los españoles. Los precios son más altos y las raciones, más pequeñas.

-¿Y por qué esa adicción a las cataplanas de nuestros paisanos?

-Porque es una cocina creativa y sana, basada en productos inmediatos del mar y la tierra.

-Pese a la algarabía que desplegamos, ellos parecen no inmutarse. Y el respeto sigue siendo una seña de identidad portuguesa…

-Efectivamente. Es un pueblo muy educado, muy respetuoso y afortunadamente estas señas no la han perdido.

-Usted ha visitado Portugal cerca de cincuenta veces y lo ha hecho a través de todas sus fronteras. ¿Qué lo llevó por primera vez a casa de los vecinos?

-El viaje del paso del Ecuador de mi promoción de Periodismo, allá por el año 66. Fue mi descubrimiento primaveral de Portugal.

-El turismo político fue muy común para las clases ilustradas en España durante los setenta: Portugal, Francia e Inglaterra.

-La libertad que aquí no teníamos se encontraba en Francia. Inglaterra y Portugal la tuvieron antes que nosotros. Como periodista, me llamaba mucho la atención la eclosión de prensa diaria que invadían los quioscos portugueses durante la Revolución de los Claveles. Guardo en casa una buena colección de aquella prensa escrita.

-Para el común, Portugal es Lisboa, Oporto y una playa del Algarve. En cambio, es un país con ciudades medianas delicadas y bellas. ¿Me recomienda algunas que salgan en su libro?

-El libro es un homenaje, precisamente, a esas ciudades portuguesas. Yo recomendaría Évora, en el sur; Coimbra o Tovar, en el centro; y Braga y Guimaraes, en el norte. Y para fantasía, Sintra.

-¿Qué le queda a Tavira para convertirse en Torremolinos?

-No, no se lo deseo. En el Algarve se han cometido errores urbanísticos similares a los de España, pero con menor intensidad. Afortunadamente, no hay ningún «Torremolinos» y Tavira, por ahora, sigue siendo un remanso.

-A mí me sigue maravillando el paisaje y el paisanaje. Hablemos de esto último. ¿Qué le pasó en Castelo Branco?

En España, ETA perpetró un atentado con dos muertos. El guía que explicaba los Jardines del Obispo me oyó hablar español. Se dirigió hacia mí y me dio el pésame como español y me abrazó. Fue muy emocionante.

-¿Y en Castro D´aire?

-Era un viernes a las seis de la tarde. Llovía. Mi coche derrapó. Y quedó encajonado entre la carretera y un árbol. A la media hora pasó un coche pequeño, del que se bajó un señor. Al ver cómo estaba nos brindó ayuda. Fue al pueblo inmediato y volvió con un camión y un grupo de vecinos que sacaron el coche, lo llevaron a un taller y nos alojaron a mí y a mi mujer en el ático de un bar. El pueblo no tenía hotel.

-Este verano el centro y norte de Portugal fue un país en llamas. Un paisaje devastado. Y los bomberos son voluntarios…

El panorama de todo el centro de Portugal es desolador. Portugal necesita urgentemente una nueva política forestal.

-Y el interior, que tan boscoso era, es hoy un lamento de cenizas y carbón.

-Es urgente que Portugal se plantee y revise su política de bomberos voluntarios.

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