Cuando la pareja no está bien ensamblada las vacaciones pueden ser nefastas
Cuando la pareja no está bien ensamblada las vacaciones pueden ser nefastas - abc
Rupturas matrimoniales

Aumentan las demandas de divorcio tras los periodos de vacaciones

Durante los meses de octubre, noviembre y diciembre de 2013, se registraron en los juzgados 33.712 divorcios, mientras que de julio a septiembre fueron 24.236

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Que el roce hace el cariño y que la Navidad es tiempo de paz, es discutible porque las demandas de divorcio se plantean, precisamente, tras los períodos vacacionales.

Jean Cocteau aseguraba que «plantearse los menos problemas posibles es la única manera de resolverlos» y en Navidad aparecen problemas porque se rompe la rutina. Y de ahí las rupturas. Lo dicen las estadísticas y los profesionales que tienen arte y parte.

Según el Consejo General del Poder Judicial, durante el cuarto trimestre del 2013, o sea, octubre, noviembre y diciembre, se registraron en los juzgados 33.712 divorcios, mientras que de julio a septiembre fueron 24.236; 1.928 separaciones -1.441 en el tercer trimestre- y 47 nulidades.

Son datos que avalan los expertos en la materia en su quehacer diario.

Así, el psiquiatra Javier Criado ha constatado en el desarrollo de su ejercicio profesional el aumento de rupturas de pareja tras la Navidad y, por extensión después de las vacaciones.

Dice que cuando las relaciones interpersonales se incrementan por vacaciones o por cualquier otro motivo, si la pareja no está bien ensamblada, surgen los roces.

Y he aquí el contrarrefrán de que «el roce hace el cariño» porque el el efecto que se produce es el contrario. Se busca una aproximación y se consigue un distanciamiento.

Pero ¿por qué? «Pues porque no hay naturalidad sino obligatoriedad, y todo tipo de relaciones necesita naturalidad y, si además, intervienen terceras personas, la ruptura está servida. Incluso los propios familiares que intentan ayudar lo que hacen es desestabilizar aún más», dice Criado.

Obligatoriedad de ir a cenas, a casa de un pariente u otro, de acudir a fiestas, de comprarse un traje apropiado, de buscar regalos, y de una serie de actos sociales y familiares que se hacen a la trágala.

«Siempre que hay un cambio de cotidianeidad -sigue el psiquiatra- y la persona tiene alguna alteración, para ella supone un problema, tanto entrar en período vacacional como salir, de ahí el llamado síndrome postavacional que ahora con la crisis no se produce tanto porque el trabajo se considera una suerte y no una desgracia».

El mejor consejo que da este experto es afianzar los cimientos de la relación pero si se tambalean, lo adecuado es «no forzar las cosas, no buscar ir a cenas, salir de casa y crear tensiones».

Para los familiares y allegados también tiene una recomendación: «No meterse en camisa de once varas intermediando porque después, si se resuelve el problema de la pareja queda uno en entredicho y crea un escalón mayor de distanciamiento».

«En las interioridades de la pareja -termina- no debe meterse nadie».

Isabel Medina, abogada de familia y mediadora familiar, afirma que tras los períodos vacacionales, tanto en Navidad como en verano «aumentan el número de peticiones en nuestro despacho para que gestionemos los procesos de divorcio».

«Quizás -dice- en un momento conflictivo de pareja, el pasar tiempo juntos casi a la fuerza porque las circunstancias te obligen, ya sea porque tengas que pasar unas vacaciones programadas meses atrás en la playa o que tengas que asitir a interminables comidas de Navidad con familiares y amigos porque llevas haciendo lo mismo año tras año, ayude o desencadene la materialización de la idea de tomar el paso para el divorcio. Por eso en enero y en septiembre aumentan las llamadas de personas que tienen más que claro que quieren separarse o divorciarse».

Medina cree que «los profesionales no debemos dar consejos, cada cual sabe mejor que nadie lo que pasa dentro de su vida personal, debemos ayudarlos para que su desición transite por el mejor de los caminos posible, lo malo no es querer divorciarse, lo malo es divorciarse mal y ante ese escenario la mediación familiar debe tomar un papel fundamental».

Porque una pareja que decide separarse lo debe hacer pensando en las repercusiones de la decisión, si tienen hijos deben llegar a entender que la familia no se debe romper, van a seguir siendo padre y madre y el diálogo y la comunicación positiva entre ellos debe ser la dinámica imperante en sus relaciones durante y tras el divorcio.

Trabajar en la mediación le ha dado a Isabel Medina muchas satisfacciones. «A mí -relata- trabajar en la mediación me ha dado muchos momentos agradables. Recuerdo unas Navidades en un centro comercial que me encontré con una persona que se había separado unos meses antes de su mujer. Yo fui quien gestionó su divorcio desde la mediación familiar, iba con su hijo mayor a comprar un regalo y me pidió un favor, llevaba unos pendientes en la mano y me los hizo probar porque según él su ex mujer tenía un gusto parecido al mío. Era el regalo de reyes que en su casa le iba a poner a su ex» .

Otro de sus anécdotas preferidas es «la carta de un hijo de unos padres cuyo divorcio llevé yo hace ya algunos años en la que me daba las gracias por la custodia compartida de sus padres. Me hizo llorar de la emoción».

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