EL ROCÍO 2018

El Rocío 2018: La Virgen siempre sale

Una monumental tormenta marca el domingo de Romería y paraliza incluso los preparativos del Rosario de Hermandades

Los santeros de la Virgen desalojan el altar en los momentos previos a la salida MIGUEL A. JIMÉNEZ

MIGUEL A. JIMÉNEZ GARCÍA

En cada Rocío, sobre todo en los que la lluvia o cualquier otro fenómeno adverso hace acto de presencia, surge una pregunta recurrente, normalmente entre los más pequeños de la casa o formulada por aquellos que atesoran aún pocas romerías: aunque llueva, ¿la Virgen sale? El misterio normalmente lo desvelan los romeros más veteranos o los propios almonteños: la Virgen sale siempre. No importa si llue ve . La Blanca Paloma cuenta entre sus enseres con capotes para protegerla de los elementos, por lo que la lluvia no es problema . La pregunta, además, a pocas horas de que los almonteños afronten el momento más esperado, el de la procesión, despierta inevitables recuerdos de romerías o traslados en los que, a pesar del aguacero, la Virgen del Rocío salió de su Santuario para su obligado encuentro con sus hijos.

Rememoran esas experiencias pasadas entre la nostalgia y la expectativa por ver qué pasará en la noche que se acerca. La procesión está en sus manos, la Virgen saldrá cuando ellos lo decidan, aunque a duras penas aguantan la tensión hasta el momento de ver llegar el Simpecado de la Hermandad Matriz enfilar el pasillo del Santuario. Hasta ese momento, todo el domingo habrá sido un conjunto de prolegómenos y preparativos : el almuerzo, más tranquilo y familiar que en los días anteriores; el descanso de la tarde, alguna visita de los más allegados, arreglar ropa y calzado para la procesión, disponer los cafés y los dulces para la espera, para la noche más larga…

Y es que la jornada del domingo de Romería en la aldea del Rocío no pudo ser más variopinta y rica en contrastes: de la Misa Pontifi cal, el más solemne de los actos de la romería, marcada por un sol y un calor de justicia que hizo que alguno tirase de ingenio para protegerse y soportar las altas temperaturas durante las más de dos horas que duró el oficio, los rocieros pasaron a verse sorprendidos por una monumental tormenta que llegó prácticamente sin mediar aviso.

Hacia las dos de la tarde, cuando algunas hermandades estaban aún enfrascadas en un alegre regreso a sus casas tras la misa en el Real y las calles bullían de actividad bajo el cálido sol de mediodía, el cielo se oscureció, retumbaron un par de truenos y eso fue todo: agua, mucha y por sorpresa.

De repente, cientos de carros emprendían su huida hacia las cuadras, con sus ocupantes cubiertos con plásticos, muertos de risa. Algún jinete lo pasaba francamente mal al ver paralizado a su corcel –a los équidos no les gusta mucho el agua-, y tener que ir dando tirones de las riendas para tratar de controlar el miedo del animal.

Los que iban a pie hacían lo que podían: muchos optaban por seguir su camino cubriéndose con lo primero que tenían a mano , dejando estampas verdaderamente cómicas, mientras que otros se refugiaban en algún porche en el que se convertían en receptores del proverbial espíritu rociero: ese que impone la hospitalidad para con el prójimo, aunque no se le conozca de nada. Así, se compartía comida y bebida con esas personas durante un largo rato mientras se aprovechaba para conocer su procedencia o cuántas romerías llevan ya vividas. Otra de esas vivencias que deja el Rocío y que distan mucho de la imagen frívola que todavía conservan algunos.

Con el fin de la tormenta, la aldea retomó su actividad y tras el obligado descanso de la tarde, que los miembros de las hermandades que inician su camino de vuelva más temprano el lunes aprovecharon para recoger sus pertenencias, los caballos y los carros volvieron a tomar las calles del Rocío para disfrutar de los últimos momentos de ocio antes de que comenzase el Rosario de las Hermandades, otro de los momentos solemnes por antonomasia del domingo de Romería.

Mientras tanto, en la ermita, los santeros procedían a retirar las decenas de ramos de flores con las que la Blanca Paloma ha sido obsequiada por hermandades y devotos , despejando el camino para que en unas horas los almonteños pudieran acudir al encuentro de su Patrona.

Con la mirada puesta en el cielo y la mente en la nueva base del paso , una apuesta decidida de la Hermandad Matr iz, diseñada con más anchura y dos banzos extra para proporcionar más estabilidad y reducir el riesgo de caídas, los custodios de la Virgen del Rocío afrontaban la salida con el convencimiento de siglos de historia a sus espaldas .

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