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La abuela que patina sobre un lago helado para ir a alimentar a sus animales

Lyubov Morekhodova, de 76 años, vive sola en plena Siberia y recorre a diario el lago Baikal

BITÁCORAS

Los años no pasan en vano. No existe una manera de prolongar la juventud, al menos por el momento; pero sí podemos escoger cómo afrontar la vejez . Lo demuestran infinidad de ejemplos, como el de la talentosa abuela que ha convertido una aldea en su galería de arte , del que hablamos en esta misma sección. Cuando hay voluntad y buena salud , ni la edad ni un clima duro tienen por qué suponer un freno. Fe de ello puede dar Lyubov Morekhodova , que a sus 76 años vive sola en plena Siberia.

El blog de Jill Dennison se hace eco de esta asombrosa historia, que está dando la vuelta al mundo tras hacerse viral. Lyubov reside en la isla de Oljón, en el lago Baikal, al este de Siberia. Las bajas temperaturas hacen que sea un lugar complicado para una anciana, especialmente desde el fallecimiento de su marido en 2011. Hijos y nietos trataron de convencer a la mujer de que cambiase su hogar de siempre por uno más cómodo, pero ella se negó. Quiere estar allí y cuidar de sus animales, aunque para alimentarles tenga que cruzar el lago patinando .

Como puedes ver en este vídeo de YouTube, Lyubov no utiliza unos patines cualquiera. Son unos accesorios completamente artesanales que tienen casi tantos años como ella. Su padre los fabricó en 1943 a partir de una sierra de metal y algunos pedazos de madera . Un poco de cuerda basta para sujetarlos a las botas, pero hace falta una formidable destreza para recorrer las grandes distancias que esta peculiar abuela atraviesa a diario. Desde que se calzó los patines por primera vez con siete años, jamás le han fallado.

«No me gustan los patines modernos. No se fijan bien a mi tobillo y mis pies se enfrían. Mis botas siempre están calientes», explica. Lyubov vive en el lugar que ama y adora ocuparse de sus animales. Tiene varios perros, un gato, vacas, gallos y gallinas. Su jornada comienza a las 05:30 de la madrugada, hora a la que se levanta para desayunar. Con ayuda de sus patines cruza el lago para vigilar a las vacas y los terneros mientras pastan en una pradera. Siempre con una sonrisa en la boca, afronta sus quehaceres con naturalidad, mientras espera la llegada del verano para recibir visitas de sus familiares con mayor frecuencia.

Eso no es todo, porque le sobra tiempo para mucho más. Le encanta hacer bordados, pintar cuadros y todo tipo de trabajos manuales ; e incluso ha recibido premios en competiciones locales. Desde luego, no desperdicia un solo minuto. «Me siento sola en la cocina y miro el lago. Me da felicidad, mis animales y yo somos felices aquí. Estoy demasiado ocupada para aburrirme», sentencia, «no me da miedo vivir sola aquí, ni siquiera sé de qué debería tener miedo».

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