Morir (**): Amargor a palo seco

Una historia tan común como insoportable: trata de una pareja en la que él se está muriendo de cáncer y ella refleja todo el proceso de esos terribles momentos

Fotograma de «Morir» ABC
Oti Rodríguez Marchante

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Morir

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Si hubiera que traducir a Fernando Franco por sus dos largometrajes, «La herida» y este que hoy se estrena, «Morir», su traducción en bebida sería un «bitter», y si hubiera que ponerle un cartel, sería «¡Cuidado, amarga!» . Y ese amargor, que le ha dado cierto prestigio entre la crítica, es total, pues no vuelca ni un grano de azúcar en su cine.

«Morir» es una historia tan común como insoportable: trata de una pareja en la que él se está muriendo de cáncer y ella (nuestro punto de vista) refleja todo el proceso de esos terribles momentos que, por otra parte, no hay espectador que no haya vivido en primera, segunda o tercera persona.

¿En qué consiste la novedad de esta película?..., pues en que ni siquiera proporciona el enganche de un personaje atractivo en su derrumbe físico, emocional y que traspase «algo» que merezca la pena ver o escuchar (caso de Darín en «Truman» o de Sacristán en «El muerto y ser feliz»).

La sordidez del trayecto a palo seco, la aceptación, el martirio, el sacrificio, el rechazo, el miedo, las dudas…, y sin otro consuelo cinematográfico que asistir al buen trabajo de la actriz Marian Álvarez, en cuyo rostro están todos los pasos de ese viaje, y a una cuidada imagen cargada de temperatura y simbología. Vale, la veo, pero, ¿para qué?

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