PÁSALO

Ponerle una cimitarra

Cuídese, alcalde, que un día le piden la dimisión porque tiene un apellido nada pacifista

Polémica en el pleno del Ayuntamientto de Sevilla a razón del escudo de la ciudad ROCÍO RUIZ
Felix Machuca

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En el cronograma de dedos en el ojo que el podemismo militante tiene efectuado para hacerse un hueco en la actualidad, hay siempre un clásico, una constante que tiene que ver con la religión, la historia y Franco. Yo no sé lo que estas criaturitas habrían hecho con sus vidas si no llegan a resucitar a Franco. Porque Franco, pese a que lleva jubilado desde noviembre del 75, cada día toma más aire y vida en manos de los que, paradójicamente, lo quieren liquidar para los restos. Hoy son ellos, esa izquierda de oportunidades… mediáticas, los principales entusiasmados en gritar Franco viva o viva Franco mucho tiempo, porque como realmente se muera en la eternidad de los libros de historia y de las páginas más amarillas y apolilladas de las hemerotecas, a estos chicos se les acaba el discurso. Y ponerse a montar un discurso nuevo no deja de ser una incomodidad, un engorro que te obliga a trabajar con lucidez y tenacidad en el laboratorio de las ideas. Ese laboratorio, por lo que se ve, lleva más tiempo cerrado que la fábrica de hielo que había al final de la calle Sor Ángela de la Cruz, la del carro de la nieve.

Aprovechando la tensión baja de estos días de Navidad, como aconseja el cronograma de dedos en el ojo, la portavoz podemita en el Ayuntamiento, Susana Serrano, lo aprovechó para arremeter contra el escudo de la ciudad. Con un doble argumento de muy dudosa consistencia. Ambos. Apelar a que el rey don San Fernando, como le cantaba Silvio, tiene que dejar en el armero la espada no deja de ser un petardo navideño. No hay espada que no sea un símbolo de guerra. De hecho, se fabricaban para eso, para la guerra. Y la historia del mundo es un encadenado continuo de tensiones bélicas desde que el mono de la película «2001, Una odisea del espacio», entiende que el hueso que está arrojando al cielo tiene una capacidad percutiva que multiplica las posibilidades de dominio de los suyos y de él mismo, sobre grupos antagónicos. Desde entonces, desde aquella metáfora visual con la que Kubrick quiso mostrarnos cómo armas y poder nunca caminan por separadas, las espadas están hechas para cortar. Ya sean cristianas como las de don San Fernando. O ya cimitarras islámicas como las de Almanzor. Cuídese, alcalde, lo mismo un día le piden que dimita porque tiene un apellido nada pacifista…

No prosperará la iniciativa de Participa Sevilla porque, realmente, nunca estuvo pensada para otra cosa que no fuera armar ruido en días de silencio solo interrumpido por la botella de anís del campanillero. Pero un día de estos cuenta con el apoyo desvariado de algún grupo al que se le nuble el oremus y la liamos gorda. Miren, al Hércules de los esforzados trabajos, lo cogió la Junta como símbolo institucional y desde que entró en plantilla no ha vuelto a dar un golpe más. Le han tenido que poner un observatorio a tanto la pamplina para que justifique su absentismo actual. Menos mal que no lo enchufaron en la Consejería de Trabajo. Hubiese sido un final horrible para el héroe mitológico que destacó entre los humanos por su inagotable capacidad para realizar trabajos muy duros y acabarlos muy bien. Con don San Fernando como sigan dando la barrila acaban por ponerle en las manos un lirio como al arcángel San Gabriel del cartel de Navidad. Y por ahí sí que no se puede pasar. Dejen la espada donde está, que está divinamente bien situada, y sigan las enseñanzas de la Colau: feliciten el Ramadán y no hagan lo mismo con las Navidades. Con lo bien que hubiesen quedado congratulándose por el hecho de que musulmanes y católicos, juntos y armónicos, se reunieron en la iglesia de San Pablo de Mosul, ciudad liberada del Daesh, para celebrar la Navidad. Pero bueno, también las navidades puede que sean franquistas y belicistas…

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